martes, 23 de septiembre de 2014

Relatos serranos

Llegamos a San Luis después de transitar una recta infinita que, de hecho, se anunciaba en los carteles bajo la súplica de que no te duermas. Si me había asombrado el silencio de Mendoza es porque aún no había caminado estas calles, donde la gente no habla, susurra. Después de echar un primer vistazo al centro, conectamos a nuestra anfitriona, Irene, una arquitecta de 62 años que trabaja para la provincia en el Ministerio de Medio Ambiente, ubicado, como el resto de los organismos públicos, en Terrazas del Portezuelo, el complejo urbanístico (¿si digo faraónico estaré cediendo al lugar común?) que idearon los Rodríguez Saá para descomprimir la ciudad y, en paralelo, mostrar al Estado en pleno funcionando con el paisaje serrano detrás, configurando una postal grandilocuente. El resultado es una mega construcción que incluye varios edificios, calles de ambas manos, estacionamientos techados.

Edificios públicos de San Luis
Las autopistas para todos lados, como la mayoría suscribe, no siempre están en óptimas condiciones, ya sea por falta de señalización en el piso, mal estado del cemento o la ausencia, casi siempre, de carteles que indiquen claramente las opciones posibles que se presentan en el camino. Más allá de eso, que una provincia que no cuenta con más recursos que los que le corresponden por la coparticipación federal tenga tanta infraestructura urbanística es para destacar.
Desde la casa donde nos alojamos hasta el centro donde vamos a montar el puesto tenemos un recorrido de unos 15 minutos donde siempre nos perdemos. Me llaman la atención algunos carteles publicitarios del tipo: “En Argentina, el 27 por ciento de la población es fumadora, en San Luis el 35. Dejá de fumar”; o “En Argentina el 45 por ciento de la población hace actividad física, en San Luis el 55. Caminá 30 minutos diarios”. Estos carteles son sólo dos ejemplos de otros tantos que se presentan y que dan cuenta, además de la preocupación por mejorar el estilo de vida de los puntanos, de una comparación necesaria entre lo que sucede en la provincia y el resto del país.
En una de las tertulias que se extendían hasta la medianoche en la casa de Irene, ella me explicaba que no entendía cómo la gente vivía en la Capital alquilando toda la vida cuando acá a las casas te las tiran por la cabeza.
-Y yo les digo a mis sobrinos, que se vengan, que acá pueden tener una casa, ¡y ni siquiera me vienen a visitar! – y los ojos claros se abren abarcando toda la cara de un rostro afilado y húngaro, por parte de madre, que además vive sola con 92 años en la Capital, la misma donde Irene rajó en su juventud.
Nos vamos de la capital asombrados por no vender nada. Al principio creíamos que lo que ofrecíamos (los cuadernos artesanales) era un poco caro, pero finalmente entendimos que no era eso, sino más bien que la idiosincrasia del puntano era austera. Nos habían advertido, ya en Mendoza, de esta característica, de modo que nuestro paso no hizo más que confirmarlo. Así todo, nuestro puesto vacío convivía con las veredas llenas de Café Martínez o Grido, lo que desacredita automáticamente lo que recién escribí. Parte de esta confusión es la que me mantuvo pensativo y, por lo visto, escribirlo no me ayudó a poner negro sobre blanco.
Luego de algunos días en San Luis decidimos ir a pasar el fin de semana a Potrero de los Funes, un pueblo que se sitúa a no más de 20 kilómetros de la capital y que funciona como punto de escape para los locales. Si hay algo que destacar de este lugar es la pista de Fórmula 1 construida en medio del pueblo y que de hecho lo delimita en una circunferencia de película. De pronto, el circuito anchísimo y todos los autos transitando en una doble vía que, por momentos, te entusiasma a apretar el acelerador y cómo no hacerlo. Hacia la derecha se abren caminos llamados A1, A2, A3 que son accesos al pueblo, digamos a sus pequeños barrios. En el medio de la pista hay un embalse y al principio, como inaugurando la flasheada, un inmenso hotel 5 estrellas que por las noches cambia de color su fachada, mutando del rosa al azul, del amarillo al verde.

La Bartola, en la pista de fórmula 1

La salida A9 conduce al centro comercial que consiste en cuatro o cinco negocios y, más allá, un pequeño arroyo que concentra parte de la vida gastronómica, incluyendo los mates vespertinos de las familias que se agrupan en las mesitas de material dispuestas debajo de los árboles. Durante el día, el sol cumple su función alternativa de dar calor suficiente como para abandonar los buzos y los pantalones largos. De noche, que equivale a decir cuando el sol se pone tras la sierra, el frío crece ininterrumpidamente conformando una polaridad no apta para desprevenidos. Y esto parecen entenderlo todos: la calle vuelve a quedar vacía hasta la próxima aparición del sol.






2 comentarios:

  1. Van a disfrutar muchisimo transitar la provincia puntana.. hace mas de 8 años que voy y me sigue sorprendiendo.... HERMOSA!Besotes, Euge

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  2. Muy linda tu descripción,lindos recuerdos de Merl0 con Uds,siempre pensé que las auto vias eran impecables,Veo que son pocos los puntanos que les guste las artesanias,bueno se lo pierden,un abrazote.

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