Llegamos a San Luis después de transitar una recta infinita
que, de hecho, se anunciaba en los carteles bajo la súplica de que no te
duermas. Si me había asombrado el silencio de Mendoza es porque aún no había
caminado estas calles, donde la gente no habla, susurra. Después de echar un
primer vistazo al centro, conectamos a nuestra anfitriona, Irene, una
arquitecta de 62 años que trabaja para la provincia en el Ministerio de Medio
Ambiente, ubicado, como el resto de los organismos públicos, en Terrazas del
Portezuelo, el complejo urbanístico (¿si digo faraónico estaré cediendo al
lugar común?) que idearon los Rodríguez Saá para descomprimir la ciudad y, en
paralelo, mostrar al Estado en pleno funcionando con el paisaje serrano detrás,
configurando una postal grandilocuente. El resultado es una mega construcción
que incluye varios edificios, calles de ambas manos, estacionamientos techados.
Edificios públicos de San Luis |
Las autopistas para todos lados, como la mayoría suscribe,
no siempre están en óptimas condiciones, ya sea por falta de señalización en el
piso, mal estado del cemento o la ausencia, casi siempre, de carteles que
indiquen claramente las opciones posibles que se presentan en el camino. Más
allá de eso, que una provincia que no cuenta con más recursos que los que le
corresponden por la coparticipación federal tenga tanta infraestructura
urbanística es para destacar.
Desde la casa donde nos alojamos hasta el centro donde vamos
a montar el puesto tenemos un recorrido de unos 15 minutos donde siempre nos
perdemos. Me llaman la atención algunos carteles publicitarios del tipo: “En
Argentina, el 27 por ciento de la población es fumadora, en San Luis el 35.
Dejá de fumar”; o “En Argentina el 45 por ciento de la población hace actividad
física, en San Luis el 55. Caminá 30 minutos diarios”. Estos carteles son sólo
dos ejemplos de otros tantos que se presentan y que dan cuenta, además de la
preocupación por mejorar el estilo de vida de los puntanos, de una comparación
necesaria entre lo que sucede en la provincia y el resto del país.
En una de las tertulias que se extendían hasta la medianoche
en la casa de Irene, ella me explicaba que no entendía cómo la gente vivía en
la Capital alquilando toda la vida cuando acá a las casas te las tiran por la
cabeza.
-Y yo les digo a mis sobrinos, que se vengan, que acá pueden
tener una casa, ¡y ni siquiera me vienen a visitar! – y los ojos claros se
abren abarcando toda la cara de un rostro afilado y húngaro, por parte de
madre, que además vive sola con 92 años en la Capital, la misma donde Irene
rajó en su juventud.
Nos vamos de la capital asombrados por no vender nada. Al
principio creíamos que lo que ofrecíamos (los cuadernos artesanales) era un
poco caro, pero finalmente entendimos que no era eso, sino más bien que la idiosincrasia
del puntano era austera. Nos habían advertido, ya en Mendoza, de esta
característica, de modo que nuestro paso no hizo más que confirmarlo. Así todo,
nuestro puesto vacío convivía con las veredas llenas de Café Martínez o Grido,
lo que desacredita automáticamente lo que recién escribí. Parte de esta
confusión es la que me mantuvo pensativo y, por lo visto, escribirlo no me
ayudó a poner negro sobre blanco.
Luego de algunos días en San Luis decidimos ir a pasar el
fin de semana a Potrero de los Funes, un pueblo que se sitúa a no más de 20
kilómetros de la capital y que funciona como punto de escape para los locales. Si
hay algo que destacar de este lugar es la pista de Fórmula 1 construida en
medio del pueblo y que de hecho lo delimita en una circunferencia de película.
De pronto, el circuito anchísimo y todos los autos transitando en una doble vía
que, por momentos, te entusiasma a apretar el acelerador y cómo no hacerlo.
Hacia la derecha se abren caminos llamados A1, A2, A3 que son accesos al
pueblo, digamos a sus pequeños barrios. En el medio de la pista hay un embalse
y al principio, como inaugurando la flasheada, un inmenso hotel 5 estrellas que
por las noches cambia de color su fachada, mutando del rosa al azul, del
amarillo al verde.
La Bartola, en la pista de fórmula 1 |
La salida A9 conduce al centro comercial que consiste en
cuatro o cinco negocios y, más allá, un pequeño arroyo que concentra parte de
la vida gastronómica, incluyendo los mates vespertinos de las familias que se
agrupan en las mesitas de material dispuestas debajo de los árboles. Durante el
día, el sol cumple su función alternativa de dar calor suficiente como para
abandonar los buzos y los pantalones largos. De noche, que equivale a decir
cuando el sol se pone tras la sierra, el frío crece ininterrumpidamente
conformando una polaridad no apta para desprevenidos. Y esto parecen entenderlo
todos: la calle vuelve a quedar vacía hasta la próxima aparición del sol.
Van a disfrutar muchisimo transitar la provincia puntana.. hace mas de 8 años que voy y me sigue sorprendiendo.... HERMOSA!Besotes, Euge
ResponderEliminarMuy linda tu descripción,lindos recuerdos de Merl0 con Uds,siempre pensé que las auto vias eran impecables,Veo que son pocos los puntanos que les guste las artesanias,bueno se lo pierden,un abrazote.
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