Mendoza me sorprende porque su ritmo de gran ciudad es
silencioso. Es decir: siempre están las bocinas, las sirenas, el bullicio, pero
todo transcurre a bajo volumen. Las calles anchas indican la previsión
arquitectónica de una urbe que conoció la destrucción total en el terremoto del
20 de marzo de 1861. El francés que la construyó nuevamente dispuso hacerla de
modo que si todo vuelve a caerse, que al menos quede un sendero por donde
transitar, según me explica Evaristo, nuestro anfitrión de Couchsurfing.
Los árboles que se erigen altos y verdes son un premio a la
inteligencia, si recordamos que Mendoza es un desierto y toda la vida que
crece, incluyendo los parques y plazas, se deben al trabajo del hombre y sus
sistemas de riego. Al costado de las veredas (también anchas, cómodas para
caminar aunque sea en hora pico) están las acequias, que en algunas cuadras, en
un exceso de paquetería, revistieron con piedras. En sitios más alejados es importante
mirar adonde se pone el pie.
El Parque San Martín se anuncia con un portón de entrada de casi
siete metros conformando una obra metalúrgica de alto impacto visual. Pasado
ese umbral, se disponen casi 400 hectáreas donde se encuentran, entre otros
edificios, la Universidad Nacional de Cuyo, el Estadio Islas Malvinas y
dependencias de las Fuerzas Armadas. Allí se concentran quienes buscan amplios espacios
verdes donde pasar la tarde o practicar deportes.
El tranvía es la vedette que se lleva todas las atenciones.
Está en funcionamiento hace dos años y por algunos comentarios entiendo que
antes la gente lo miraba con distancia pero finalmente ahora lo aborda como un
medio de transporte más. Tiene el mismo precio que el colectivo, es eléctrico y
tiene algunas ventajas de frecuencia y recorrido respecto a otros medios.
A la tardecita los cafés y heladerías de las principales
avenidas se colman de transeúntes que salen del trabajo o la facultad. Las
plazas encienden sus luces, los lustrabotas franelean los zapatos de quienes
aún resisten la tradición del traje (que no son pocos) y los artesanos disponen
sus trabajos a la espera de compradores, si son chilenos mejor; y eso no es
raro, estamos tan cerquita…
que lindo broche de oro para describir Mendoza!!! Espero que sigan disfrutando lindos rincones para hacernos soñar con lugares tan bellos y acogedores... Buen viaje!!!
ResponderEliminarSofia
Que me alegra saber de ustedes, trotamundos, deseo de todo corazón que la alegría que les caracteriza, el amor por la ruta y el deseo de aprender nuevas formas de vida, estén siempre presentes. Los extraño mucho, un abrazo apretado Nacho y Vero.
ResponderEliminar