domingo, 29 de abril de 2012

Lento regreso a La Habana

Cuando partimos de Santiago el cielo estaba plomizo y la humedad casi se podía tocar. No es una rareza este clima, puesto que la estación seca ya terminó, y pareciera que la cosa de ahora en más va a ser así. Llegamos a Bayamo con el ánimo por el piso y con ganas de encontrar una cama para echarnos a descansar. La intoxicación había pegado duro: la panza era un lavarropas y en la cabeza teníamos al carnaval carioca. Habíamos hecho un día de reposo y dieta, pero el cuerpo quería más, tanto más que así estuvimos, medio tumbados y a estricto arroz blanco y pollo hasta ayer, que los colores volvieron a la cara y el espíritu al cuerpo.
Bayamo es la capital de su provincia, una pequeña ciudad de ritmo activo pero no ligero, y pintoresca pero sin destellar. Para nada mediocre: digamos equilibrada.
La plaza principal era limpia y verde, y tenía muchos banquitos donde sentarse. Alrededor de ella había varios edificios históricos y un poco más allá, sobre una calle aledaña, el restaurant amigo que nos cocinó las cuatro comidas mientras allí estuvimos. Como andábamos con la dieta, nos preparaban especialmente un puré de malanga (una verdura similar a la papa) que nos había recomendado el doctor. La señora que nos alojaba también hizo de abuela y nos preparó un té de menta, para ver si la panza aflojaba con las turbulencias.

Camaguey
Luego de dos noches en Bayamo seguimos para Camaguey, otra capital de provincia. Ya nos habían hablado de que era una ciudad hermosa así que cuando fuimos no hicimos más que confirmarlo. Un boulevard la recorría de punta a punta conformando un paseo agradable por el centro de la ciudad que desembocaba en la plaza central. Fue allí donde decidimos quemarnos en el infierno entrando a una librería: compramos 5 libros que ya suman 20 en total y que estamos viendo qué dejamos para poder llevarlos. No es que seamos tarados, sino que están regalados: cada uno, lo pagamos 2 pesos nuestros, y ni se imaginan la calidad de esos libros. Sospecho que esto no es sólo una buena noticia para mí, sino también para aquellos amigos que les gusta indagar en mi biblioteca.
Por otra parte, esta semana que está terminando estuvo presentándose en Cuba el ciclo de cine argentino. Ayer fuimos a ver Luisa, una película aceptable. Y mañana veremos Regresados (que ya la vi pero Vero no), a mi criterio, excelente film del mismo director de 76 89 03.

Sancti Spíritus
Este peregrinaje por las provincias del interior hoy nos trajo a Sancti Spíritus, otra capital. Esta parada es el fin de una trilogía apresurada por capitales de provincia que llevamos adelante con el único fin de conocer a sus sociedades por fuera de ciudades importantes (como La Habana y Santiago) y de ciudades turísticas (como Cienfuegos, Santa Clara o Trinidad). Sabemos que la imagen de un país no la da su capital ni sus sitios turísticos, sino su relación compleja entre estas y aquellas donde la vida transita sin pena ni gloria. Pensemos en Argentina: ni Buenos Aires es representativa, como tampoco lo son las Cataratas del Iguazú. Es decir, ni por si solas ni en combinación entre ellas. Perdón por el enrosque, pero quiero decir, en definitiva, que para tener una idea acabada de una sociedad, es necesario transitar lugares adonde el ojo del turista no se posa y adonde la vida se vuelve más cruda, más real. E introduzco esta mirada para intentar una respuesta a algunos comentarios y correos que leí donde me piden que cuente algo más sobre el cubano y su estilo de vida.
Antes de redactar algunas líneas al respecto es importante no perder de vista que lo mio es una apreciación de viajero y no presume de querer cuantificar datos ni volverse estadísticos.
El cubano es un tipo piola, pero no canchero; trabajador, pero no esclavo; y sabio para disfrutar (también como el argentino) momentos con la familia y con amigos.
Un cubano mateando
Pueden verse en las plazas, a cualquier hora, rondas de hombres discutiendo sobre pelota (así se refieren al beisbol, que es el deporte nacional) y por la noche a familias con sus niños caminando en la plaza. A los tipos les gusta tomar (sobre todo ron, que lo toman puro, de la botella y sin hielo) y jugar al ajedrez, a las damas o al dominó; es curioso, porque levantan las mesas en cualquier lado, preferentemente en las veredas y los parques. Lo que no distingue género son los gritos. Esto que parece algo molesto, no lo es tanto si uno piensa que acá no existe violencia, y no hablo de la inseguridad solamente, sino que los hombres discuten fuerte, muy fuerte, pero nunca llegan a las manos. Imagino que esto responde a que por algún lado tiene que salir ese instinto primitivo de querer ahorcar al otro en medio de un debate. Lo último que se me ocurre sobre este tipo de características sociales es que todos leen el diario. Y están informadísimos. Te ven argentino y ya te empiezan a hablar de Malvinas, de nuestra economía, de YPF (¡vamos por todo, carajo!), de fútbol, de messi.
También me preguntaron a qué se dedica la gente, que sería más o menos cómo está estructurada la economía. Una vez más tengo que decir que esto es sólo una apreciación personal y no está sujeto al rigor del análisis. Como en Cuba hubo una reforma agraria (algo que sería saludable suceda en Argentina y en otros países donde el latifundio es una lacra), hay mucha gente que se dedica a la pequeña agricultura, principalmente a la caña de azúcar y en menor medida al plátano;
también a la ganadería, en donde se destaca la actividad avícola y porcina, por sobre la bovina, que prácticamente no existe. Actualmente la principal fuente de ingresos en Cuba es el turismo, que relegó al níquel a un segundo plano. Por ello deduzco que mucha gente se encuentra empleada u ocupada en restaurantes, bares, hoteles, casas de familia que alquilan habitaciones, transporte (taxis, bici taxis, camiones, colectivos). Por último, como acá el Estado es muy fuerte y grande, hay muchos empleados públicos. Esto último lo digo en el sentido estricto (que entendemos nosotros) de lo público porque acá todo es del Estado, desde el cine a un changuito que vende churros en la esquina.

Curiosidades
Este ítem me causa gracia porque funciona como “perlita”, como cosa que no encaja en el relato pero que me ayuda a escribir lo que de otra manera no sabría. En este punto, entonces, dos cuestiones: la primera es que en todas las casas adonde nos alojamos trabajan una o dos mujeres que limpian, cocinan u ordenan; la segunda es que las casas no tienen garaje.



jueves, 26 de abril de 2012

Santiago

Santiago es la segunda ciudad más importante de Cuba y se encuentra en el extremo oriental de la isla, a casi 900 kilómetros de La Habana. Luego de quedarnos sin pasajes para el tren y de que el colectivo quiera cobrarnos una fortuna, decidimos venirnos a dedo (aquí llamado “botella”). Viajar de esta forma, nos habían dicho, no era sencillo. La explicación es que el transporte es muy caro, de modo que es raro que alguien se lance a la ruta con espacio en su vehículo. Así todo nos largamos, testarudos, al camino. Y tuvimos éxito: nos subió un bondi que nos trajo por poquísima plata, directamente hasta Santiago, en un viaje que duró 12 horas.
Conseguir hospedaje, algo que parecía complicado (una ciudad grande desconocida, a las 22 horas) fue resuelto rápidamente gracias a un taxista amigo que nos llevó a lo de su tía. Allí, al otro día por la mañana, tuve el primer impacto cuando abrí la ventana de nuestra habitación, un tercer piso al que se llega por una escalerita interminable. A lo lejos, y luego de la bahía portuaria, estaba la Sierra Maestra,  omnipresente, hermosa, salvaje. Tuve que parpadear unas cuantas veces y contener una emoción profunda que venía desde bien adentro. Allí, en esa Sierra, fue donde se gestó la Revolución, donde el Che, Fidel, Camilo y unos pocos más sobrevivientes del Granma se adentraron para forjar la lucha más noble que conozca cualquier pueblo latinoamericano. Esta era la bienvenida de Santiago.

La ciudad
Sin perder mucho tiempo, pero luego de un suculento desayuno servido por Jaqueline, nuestra anfitriona, nos fuimos a caminar la ciudad, acompañados por un guía lugareño que por unos pesos nos hizo conocer los sitios más importantes del casco histórico. Entre las cosas que vimos, puedo destacar: el balcón de Velásquez, que es la construcción más vieja de Cuba y que tiene vista hacia al puerto, el Museo de la Clandestinidad (que detalla los poco más de dos años de la lucha revolucionaria), fábricas de tabaco y ron, la escuela adónde fue Fidel y la casa en donde vivió un breve tiempo, junto a su maestra.
En medio de la ciudad se encuentra el Parque Céspedes, al cual concurrimos asiduamente en busca de sombra y de un espacio tranquilo para matear. Fue allí donde escuchamos buena música que un improvisado amigo nos cantó con su tres, un instrumento cubano parecido a una guitarra que usan para tocar el son.
También visitamos el cementerio, un lugar hermoso adonde nadie quiere estar. Fuimos en bici taxi, y el motivo era ver el mausoleo de José Martí; con la suerte que llegamos a tiempo para ver el cambio de guardia, que la hacen cada media hora. Además, este cementerio es emblemático porque se encuentran varios personajes importantes en la historia cubana, como Compay Segundo, trovador de Buena Vista Social Club.
En la otra punta de la ciudad se encuentra el Cuartel Moncada, hoy mitad museo y mitad escuela. En 1953, cuando Fidel Castro Ruz no era Fidel y si un líder estudiantil, atacó a tiros este cuartel junto a un grupo de compañeros. Este intento de derrocar la dictadura de Batista fue, en lo militar, un fracaso rotundo: los que no cayeron en combate fueron hechos prisioneros, entre ellos, claro, Fidel, a quien condenaron a quince años de cárcel y cuya defensa quedó plasmada para la posteridad en el emblemático  libro “La Historia me absolverá”. Como decía, el fracaso se dio en el plano militar, porque en el político, ese hecho sacó a la luz el descontento social con la dictadura y colocó a Fidel como el principal opositor al régimen. Por estos episodios que ahora relato, pero por otras cosas más, es que Fidel es el personaje indiscutible de Santiago. Y si en Santa Clara se definen guevaristas, aquí se definen fidelistas.

Se armó la conga
Parece, de esto nos dimos cuenta al segundo día, que estamos alojados en un barrio tradicional, donde se lleva a cabo la Fiesta de Tivolí. Son cuatro días de joda, música, comidas tradicionales, exposiciones de cooperativas, juegos para niños, bandas, desfiles. Naturalmente, nos prendimos en la caravana al ritmo de los tambores y de bailes típicos pero, no es fácil mover la cadera al lado de estos cubanos que te dejan pintado.
La curiosidad de la jornada se vio en el desfile cuando comenzaron  a caminar por la pasarela chicos y chicas con bufandas, gorritos de lana, botas, sobretodos. La locutora presentaba la última colección de moda en Europa y yo pensaba esto es una joda, ¡acá hace 30 grados todo el año!, es la ciudad más caliente de la isla. Pero bueno, tanto la moda como la música comercial parecen mareas estupidizantes que ni el socialismo puede detener. Porque esto también tengo que decirlo: se escucha más a Enrique Iglesias que a Omara Portuondo, y me refiero a lo que pasan los bondis, restaurantes, tiendas en general.
La otra particularidad fue que en el transcurso del día cinco rastas me pararon en la calle “para charlar”. Los rastas  son devotos de la religión rastafari, oriunda de Jamaica; llevan los pelos como Nahuel Muti en Verano del ´98 (perdón por la anacrónica referencia) y tienen una constante necesidad de contarte sus valores y creencias. Son buena gente, hay que decirlo, pero un poco pesados. Bien entrada la noche, mientras con Vero intentábamos darle una explicación a esta seguidilla de encuentros, esbozamos la siguiente hipótesis. Todos comenzaban la conversación (que más que tal era un monólogo donde me tenía que fumar su idiosincrasia y la importancia de ellos en la tierra) con una pregunta: “Ey! ¿Sos rasta?”. Me parecía raro que me preguntasen eso pero luego entendí que soy el único que llevo pelos distintos al resto; no es que lo tenga largo, pero sí con rulos y despeinado, contrariamente a los cubanos, que lo usan rapado o bien cortito. De modo que esta característica me hacía anzuelo para estos muchachos con ansias de compartir un momento “religioso”.

Las consecuencias
Salir de joda, comer en los puestos callejeros  y tomar más cerveza que lo habitual trajo sus consecuencias: ambos (Vero y yo) contrajimos una gastroenteritis, por algo que nos cayó mal, posiblemente el cerdo mal cocido, o unos jugos típicos que no sabían muy bien. Lo concreto es que pasamos una noche alternándonos en el baño con diarrea y vómitos. Esto nos obligó a quedarnos un día más de lo previsto en Santiago y, luego de una visita al médico que nos costó un ojo de la cara, hacer dieta estricta por 72 horas.
Como mencioné al principio, Santiago se encuentra en la otra punta de la isla, por ende, en la otra punta de La Habana (de donde sale nuestro vuelo de regreso a Tegucigalpa, Honduras), de modo que los próximos días serán un peregrinaje lento por cada provincia, internándonos en ciudades y pueblos que harán hacernos vivir más profundamente el espíritu cubano.

lunes, 23 de abril de 2012

Una visita esperada

Fiel a su promesa que había hecho meses atrás, antes de que este viaje se iniciara, Perla, mi suegra, vino a visitarnos. Con ella compartimos los primeros diez días de nuestra estadía en Cuba y fue fructífera desde donde se la mire. Más allá de ayudarnos económicamente los días que compartió con nosotros (tengo que decirlo: casi que bancó todos los gastos) pudimos enredarnos en infinitas charlas acerca de la realidad política y económica de la isla. A diferencia de como ella generalmente se presenta en público, Perla es una persona muy culta, lectora, oyente de radio, pero sobre todo con una mente abierta para poner en crisis sus propias verdades. Recuerdo que en el primer paseo que dimos por la Plaza Mayor en La Habana dijo: “a mi me gusta la libertad y acá no hay libertad”. Lo curioso fue que expresó eso recién bajada del avión. Estoy convencido que con el transcurrir de los días esa percepción cambió y hoy, a la luz de tantas charlas con cubanos, debates entre nosotros y lugares que visitamos, ese pensamiento que antes se presentaba como absoluto, hoy acepta grietas, fisuras, que no son más que caminos a nuevos pensamientos y concepciones.
En La Habana recorrimos la Plaza de la Revolución, algunos museos y la extensa peatonal donde se amontonan barcitos y donde uno puede escuchar excelentes melodías caribeñas al son de la guitarra, los bongó y las congas. Si en algo influyó la visita de Perla fue que alteramos la manera que con Vero tenemos de recorrer los lugares; digamos que tuvimos unos días turísticos. Con esto quiero decir que tomamos el colectivo que te pasea por la ciudad (el mismo que está en Buenos Aires y en otras partes del mundo y que no tiene techo) y fuimos a comer afuera varias veces, sino todas.
Uno de los días, por la mañana, salimos con un objetivo imposible: encontrar a Víctor Hugo Morales (de quien los tres somos escuchas), que en esa semana transmitía desde Cuba hacia Argentina. No sabíamos desde que radio lo haría, pero al preguntar nos dijeron que sólo una transmitía al exterior: Radio Habana Cuba. Hasta allí fuimos, en un viaje donde combinamos colectivo con caminata, pero al llegar nadie conocía a ese hombre. Preguntamos en varias radios y nada. Tal vez alguien, leyendo este post, al menos pueda evacuarme la duda desde dónde se emitió el programa.

Cienfuegos
A Cienfuegos fuimos por que sí, por puro capricho. Teníamos que ir a algún lugar cercano, ya que Perla no tenía muchos días y alejarnos iba a generar complicaciones para regresar. El capricho dio resultado porque dimos con una ciudad hermosa, construida por franceses y cuyas características principales eran el silencio y un boulevard que se extendía por todo el pueblo. A ese paseo se lo llama el Prado (aquí a todos los boulevard se los llama Prado) y es el lugar elegido por los lugareños para dar la vuelta al perro, algo que también aprovechamos nosotros para matear y discurrir sobre historia o política. Cienfuegos también tiene un malecón que desemboca en dos o tres barcitos donde puede disfrutarse de una cerveza fría.
Igual que en La Habana, nos alojamos en una casa de familia y, como allí estábamos cómodos, aprovechamos para hacer base y conocer lugares aledaños, sin necesidad de trasladarnos con todos nuestros petates.

Trinidad
Cuando abrimos la puerta de casa para partir a Trinidad, nuestros ojos brillaron ante el auto antiguo que esperaba para llevarnos. Increíblemente no recuerdo la marca, pero si el año del modelo: 1958. Tal vez algún entendido en la materia (viendo la foto) sabe de que auto hablamos, pero era una joya: tapizado de cuero rojo impecable, alfombra sin una mancha y un motor que sonaba como nuevo. Sólo una pequeña pantalla de televisor que se ubicaba sobre el margen del acompañante y que reproducía videos de música te devolvía al 2012.
Trinidad es un pueblo que tiene de pequeño lo que tiene de turístico. Sus calles aún son de piedra, no adoquines sino piedra, y en ellas se amontonan cientos de artesanos con su más diversas ofertas: desde manteles bordados hasta cuadros de pintura, pasando por collarcitos e imanes para la heladera.
Allí vi lo que hasta ahora jamás había visto: una iglesia abandonada. En este viaje, como imaginarán, vimos iglesias derruidas, algunas pocas restauradas, pero nunca una abandonada. En su momento, la explicación que le di a Vero era que las Iglesias abandonadas no existían porque eso significaba ceder mucho dinero. Es decir, no sólo la construcción del templo en sí mismo, sino también el terrero en el que se encuentra emplazada. Pero aquí (me refiero a Cuba) la historia es un poco más compleja y data desde el inicio de la Revolución, cuando algunas iglesias eran un sitio propicio para esconder armas que se usarían para la contrarrevolución y también la forma más accesible para introducir espías extranjeros al país. No sé si exactamente esto es lo que sucedió con esa iglesia, pero si con muchas otras.

Playa Girón
Aquí, en Playa Girón, sucedió el desembarco de la ofensiva yanqui en 1961 con el objetivo claro de derrocar al gobierno revolucionario. Muy a su pesar, Playa Girón se volvería símbolo de la resistencia al imperio, pues aquí Estados Unidos sufrió su primera derrota en América latina. Allí estuvimos, naturalmente, visitando el Museo que da cuenta de esta heroica lucha llevada adelante por el pueblo cubano, en defensa de su soberanía.

Curiosidades
En el verano, mientras con Bruno leíamos a Hernán Casciari, me confesó que lo que le gustaba del gordo era que escribía cosas cotidianas. Por ese entonces Bruno se había enterado, leyendo “España, decí alpiste”, que en el país ibérico no existían los quioscos. Recuerdo que me expresó una cierta frustración por parte de quienes habían viajado a la madre patria y no le habían contado semejante cosa. Por eso, en su homenaje, no puedo olvidarme de esta curiosidad que quiero contarles y que no se bien cómo encajar. En Cuba, a la r la pronuncian como la l, al mejor estilo chinos. Así que, en lugar de decir paladar, dicen paladal. Esto que parece una huevada nos trae serias confusiones sobre lugares a los que tenemos que ir, bondis que tenemos que tomar, y palabras que debemos entender.

Santa Clara
Santa Clara es la capital de Las Villas y, según me dijeron, ostenta casi doscientos mil habitantes aunque, cuando uno la camina, tiene el ritmo de una ciudad-pueblo, esas urbes extrañas que combinan importancia histórica y política con limpieza y orden. La gente pareciera que no va a ningún lugar, que sólo pasea.
En el centro está el Parque Vidal y a su alrededor se erigen edificios de antaño. Allí, por ejemplo, está el sitio desde donde Fidel le habló al pueblo luego del triunfo de la Revolución, en 1959. Pero no es Fidel el personaje protagonista de Santa Clara sino el Che, quien fue el que la liberó de las fuerzas de Batista. De allí la mítica canción “cuando todo Santa Clara, se despierta para verte”. Aquí se llevó adelante una de las ofensivas más estratégicamente planificadas de toda la lucha de liberación. Resulta que un tren blindado de 22 vagones y 2 locomotoras de las fuerzas de Batista avanzaban hacia la ciudad. Allí venían más de 400 hombres, armados hasta los dientes. Entonces el Che, que en ese entonces era el Comandante en Jefe del Ejército Rebelde en la zona de Villa Clara, dio la orden de descarrilarlo. Luego de un largo tiroteo, estos 400 soldados se rendían ante 18 revolucionarios, liderados por “El Vaquerito”, jefe del pelotón suicida que cayera muerto en ese mismo enfrentamiento.
En el otro extremo de la ciudad se levanta el Monumento al Che y, a su lado, el Museo que contiene objetos valiosísimos como su uniforme, su boina, boletines de la escuela, su diploma de graduación de médico y tantísimas cosas que hacen a la vida del revolucionario más emblemático del siglo XX. Pero lo más importante es que allí descansan sus restos, que fueron repatriados en el año 1997 por un equipo forense cubano, que lo trajo desde La Higuera, el sitio boliviano donde fue asesinado. Junto a él, se encuentran los restos de los guerrilleros caídos en Bolivia, también repatriados por el mismo equipo forense.
Por todas estas cuestiones es que Santa Clara es considerada el símbolo de la victoria, último bastión liberado por las fuerzas rebeldes.
Nuestra estadía
Luego de buscar y buscar encontramos habitación en la casa de Olga, una cubana muy atenta que siempre está dispuesta a servirnos, y lo digo literalmente, ya que aunque no lo habíamos pagado nos sirvió unos desayunos riquísimos y abundantes. La casa es amplia, con cuartos altos (de los de antes) y con baño privado: un lujo. Tiene un patio cubierto con techo de enredadera y está lleno de pajaritos, loros, peces, perros que hacen bochinche y que te hacen creer que estás en la selva. Allí está la mesa donde desayunamos. Y arriba, una terraza con sillas y hamacas donde mateamos, leemos y jugamos al chinchón.
Por la mañana aprovechamos para conocer los lugares históricos que les mencioné y por la tarde nos internamos en algunas librerías donde por poco te regalan los libros. Y sí, nos tentamos y cometimos el pecado de comprarnos cinco, una locura para nuestro poco espacio. Es que, tengo que decirlo, algunos los pagamos un peso argentino.
Una de las noches fuimos a un centro cultural donde proyectaban Milk. Y si nos asombramos de que el valor de la entrada era un peso cubano (es decir, 20 centavos nuestros) más aún quedamos boquiabiertos cuando nos dejaron pasar gratis.
Quería contar estas dos experiencias, la de los libros y la del cine, porque creo que es una buena manera para comprender por qué el pueblo cubano es tan culto.

domingo, 15 de abril de 2012

Cuba: una visión alternativa


Escribir sobre Cuba implica, necesariamente, activar un dispositivo que complejice todo lo que uno ve, todo lo que uno escucha. Es imposible no asociar a la isla caribeña con la Revolución y con todas las consecuencias que ese proceso político conlleva. Porque Cuba es, con todos sus significantes, otro mundo.

La Historia
Cuando el primero de enero de 1959 triunfó la Revolución, Cuba era un país pobrísimo, donde la riqueza que se generaba se la repartían unos pocos, donde los muertos (por hambre, por violencia, por accidentes) se amontonaban en las veredas y donde la desigualdad se manifestaba en todas sus variables. Sin todas esas miserias que el pueblo cubano sufría hubiese resultado imposible gestar la patria socialista. De aquella fecha hasta ahora ha pasado de todo. Intentaré enumerar algunos sucesos, tal vez los más trascendentales, con el fin de trazar un cuadro que ilustre qué es lo que aquí pasa, y que también sirva para contrarrestar todas las boludeces y mentiras que llegan a Argentina sobre Cuba.
Cuba es una pequeña isla que ostenta poco más de diez millones de personas. Pero tiene, además, una dignidad que difícilmente alguien pueda encontrar en otra parte del mundo. Tanto es así que, por primera vez, logró que Estados Unidos  pagase una indemnización de guerra. En 1961 el imperio yanqui intentó derrocar la Revolución, desembarcando en Playa Girón con toda la tropa de mercenarios y asesinos a los que nos tiene acostumbrados, pero otra vez, el pueblo cubano se alzó en armas para defender su conquista revolucionaria. A partir de allí, o para ser más exactos, luego de la crisis de los misiles un año más tarde, el imperio se dejó de joder con las aventuras bélicas. Pero no sólo de guerras viven los yanquis: establecieron un bloqueo comercial genocida, sometiendo así al pueblo a esfuerzos sobrehumanos para sobrevivir. Por esos años Cuba comerciaba con la URSS (Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas) y con algún que otro país como México y Canadá. Luego del derrumbe del campo socialista, el mundo se volvió desvergonzadamente hostil para con Cuba. ¿Pero en qué consiste el bloqueo comercial? En que Estados Unidos no compra ningún producto cubano. Pero no sólo eso: presiona y sanciona a aquellos que intenten comprarle algo a la isla. Esto, además de violar todas las leyes sobre comercio mundial, afecta la soberanía de los pueblos y sofocan a la débil economía cubana. 

Lugares comunes
A menudo se escucha en mesas o en charlas de café, tan típicas en los argentinos que hablan de todo sin saber nada, que Cuba es pobre y que eso sólo da cuenta de que el socialismo no existe o es inviable como proyecto de nación. Por eso, sobre este punto, uno debe ser excesivamente riguroso si es que se pretende alcanzar la verdad. Cuba es pobre, porque no tiene recursos naturales, ni petróleo, ni gas, ni cobre, ni tierras para cultivar ni sostener una ganadería sustentable (en parte, porque al ser una isla pequeña la salinidad del mar le socava los nutrientes, pero también por falta de dinero para invertir). Es decir que Cuba debe ser comparada, en todo caso, con países pobres, no con potencias mundiales. Poco más de tres meses recorriendo Panamá, Costa Rica, Nicaragua, Honduras me han hecho comprender qué es lo que sucede cuando un país pobre es sometido al yugo imperial y a una política capitalista: tras que son pocas las riquezas que se generan, se la llevan unos pocos. En los países que anteriormente mencioné, tan pobres como Cuba, la educación universitaria es paga, la salud es carísima y de pésima calidad, no puede desterrarse el analfabetismo, hay desnutrición infantil, pobreza estructural de viviendas, desempleo (Nicaragua y Honduras con índices altísimos), inseguridad, violencia doméstica y demás cuestiones que aquejan a la sociedad toda. Nada de esto sufre Cuba. ¿Por qué? Porque a la riqueza no se la llevan dos o tres, sino que se reparte de manera igualitaria, vía un Estado presente que se encarga de garantizar la igualdad de oportunidades y de vida digna para el conjunto de la población.

La realidad
Hay una discusión, mucho más profunda, eminentemente filosófica, sobre la libertad. Por ejemplo, se acusa al gobierno cubano de cercenar las libertades políticas. Este, claro, es un tema sensible, porque abordarlo significa dejar a un costado nuestra concepción burguesa de la libertad y de la participación política. El sistema político cubano se denomina centralismo político y rige de la siguiente manera: anualmente se realizan asambleas barriales para discutir los problemas que aquejan a los vecinos y elevar propuestas para resolverlos. Esa asamblea tiene un delegado (cuyo mandato dura cuatro años) que se reúne, luego, con los otros delegados de los barrios y así llevar la voz de su gente al municipio. Sucesivamente, se reúnen los delegados de los municipios, luego los provinciales y luego se forma el Comité Central, que es el órgano máximo de decisión política de la nación. Es decir, la participación política es plena y directa y los delegados tienen mandato de asamblea, lo que significa que no pueden hacer lo que quieran. Entiendo que este sistema de participación es altamente más democrático que el nuestro, de partidos políticos. Nosotros en Argentina sólo participamos mediante el voto, ya que elegimos representantes (la Constitución argentina reza: el pueblo no delibera ni gobierna sino por medio de sus representantes), con lo cual, implícitamente, se nos prohíbe todo tipo de participación. En Argentina se eligen dirigentes y si cualquier hijo de vecino tiene alguna idea para resolver algún problema, bueno, tendrá que alistarse en un partido político y ver si tiene suerte. Como se observa, la participación política es plena y popular; el pueblo es el que decide y no un tipo al que sólo se le conoce la cara.

Los números
Cuba, bien llamada la isla de la libertad, carece de analfabetismo. No existe el pibe que no va a la escuela. Pero más aún: Cuba va a la universidad. Y va masivamente. Abundan los ingenieros, los médicos, los abogados, los maestros, los físicos. Como en Argentina, la Universidad es gratuita, pero más aún: si la facultad no queda en tu ciudad de origen, que es lo que sucede a menudo, el Estado solventa tus gastos de alojamiento y comida, aliviando a las familias económicamente. Y si estudiás y trabajás, es posible que la empresa en la que estás te siga pagando el sueldo mientras terminás tu carrera.
Cuba tiene los índices más bajos en América latina de mortalidad infantil, de inseguridad  y de desocupación. No existe gente viviendo en la calle y mucho menos gente que se muera de hambre. (Todavía tengo el recuerdo vivo de las lágrimas de Barbarita en Tucumán, en la Argentina del 2001, llorando frente a las cámaras porque tenía hambre). Me pregunto si acaso, estas cuestiones no dan cuenta del desarrollo de un pueblo y, en definitiva, no hablan de la libertad. Porque libertad no es transitar con el auto por la 9 de Julio sin que ningún negro piquetero me la corte: libertad es vivir dignamente, sabiendo que se puede salir tranquilo a la calle, atenderse gratuitamente en los hospitales con atención de calidad, con oportunidades de asistir a la facultad, dormir en una cama caliente.
Otro aspecto para destacar es el deporte, una de las maneras más interesantes donde una persona puede desarrollar diversas facetas que no sólo contemplan lo físico, sino el trabajo en equipo, el esfuerzo, la tenacidad para superar dificultades. Basta con echarle un vistazo a los medalleros olímpicos para verificar qué alto puede escalar una sociedad cuando tiene una visión madura e integral sobre el desarrollo.
Y no sólo eso. Debo mencionar aquí la vasta oferta cultural y la cantidad de artistas que Cuba ha dado al mundo, entre los que se destacan la música y la literatura, lo que también da cuenta de cómo un pueblo cultiva su espíritu. Porque que abunden los teatros o los conciertos o los ciclos de lectura o los museos (que por cierto están hiper desarrollados, según me explicó Vero, estudiante avanzada en Historia del Arte) no es una cuestión recreativa: tiene que ver con la formación de un pueblo, con el desarrollo de las conciencias y el crecimiento humano. También, claro, para mantener activa la memoria y no perder de vista jamás de dónde uno viene.

Los problemas
Como todo proceso político, Cuba afronta diversos problemas, algunos que ha ido resolviendo y otros que deberá comenzar a ensayar si es que pretende no profundizar los conflictos. Uno de los más grandes desafíos es la eliminación de la doble moneda. A saber: aquí circulan el peso cubano y el CUC (que es la divisa, el dinero con el que se manejan los turistas). Un CUC es, centavos más centavos menos, un dólar. Y un CUC equivale a 24 pesos cubanos. Esto genera muchas diferencias entre quienes cobran un sueldo del Estado, por ejemplo como profesor universitario (que está más o menos en los 40 dólares) y entre quienes viven del turismo, que cobran en CUC.
El otro día nos trajo un taxista (que es matemático) de La Habana hasta Trinidad y nos contó que su sueldo mensual por dar clases en la universidad es de 45 dólares y que, por ejemplo, con nuestro viaje, estaba ganando en tres horas lo que ganaba en todo un mes. Esto es, lisa y llanamente, una locura, algo que está trayendo muchos inconvenientes y que está generando algo que la Revolución vino a destruir: las clases.
Otro caso es que muchos, ante la falta de competitividad de su salario, abandonan su puesto y se vuelcan al turismo. Ejemplo de esto es otro taxista que hoy nos llevó a conocer El Nicho, unas cascadas en medio de una montaña. El tipo es ingeniero agrónomo y trabajaba en una empresa de cítricos de su pueblo. Su sueldo era tan bajo que renunció y hoy maneja un tacho. No puede ser, cualquiera se da cuenta, que un ingeniero maneje un tacho, que se desperdicie tanta inteligencia, tanta inversión que hace el Estado.
La mayoría de la gente con la que uno habla cuenta que el salario no llega a fin de mes y que esto los obliga, necesariamente, a buscar alguna que otra changa para no vivir tan ajustados.
Algo paradójico, y también a corregir, es que como la mayoría de la gente se gradúa en la Universidad faltan obreros calificados. ¿Quién va a querer ser albañil cuando se recibió de arquitecto?
Y otra cosa que a esta altura me parece inconcebible es la dificultad para acceder a internet. Sabemos de la importancia de esta nueva herramienta y lo importante que resulta para formarse y comunicarse. 

La dignidad
No se por qué, pero siento que me cuesta escribir sobre la dignidad. A menudo, en discusiones políticas o de entre casa, menciono el hecho de tener dignidad y me mandan a freír churros, como si acaso fuese un valor obsoleto, como si fuese una boludez, total el mundo se rige por la guita, por el bille y nunca por la dignidad. Me tildan de idealista, de ingenuo e incluso de adolescente, olvidando que ya tengo 26 años y soy licenciado. Confieso que más de una vez me guardo esa palabra para mí como un tesoro, como algo demasiado precioso como para arrojarlo sin vueltas en una mesa que se encargará de ignorarla, de desprestigiarla. También me cuesta escribirla acá, en este blog. Pero desde que estoy en Cuba esa palabra me atraviesa el cuerpo, me interpela constantemente, porque este pueblo está parado sobre la dignidad. Hace un par de noches, luego de cenar con Marta, Agustín y Rubén, tres señores que nos alquilaron una habitación en su casa, este último nos contó que está vivo de milagro. Que en el año 1977 fue a luchar por la liberación de Angola, que era aviador y que lo tumbaron; que estuvo seis meses en coma con la cara destrozada y que tuvieron que repararla casi por completo. La charla surgió de manera inusual, porque dijo que estaba descompuesto y que no quería comer, pero de a poco fuimos concentrándonos en la historia que salía de su boca, balbuceante. Cuando terminó el relato, a modo de declaración, sentenció: peleamos quince años y cuanto terminó la guerra y liberamos a Angola, sólo nos trajimos nuestros muertos. Esa frase quedó retumbando en la cocina y en la mente de cada uno de los presentes. Quinientos mil cubanos fueron a pelear a tierra africana. Todo un pueblo solventando la liberación de otro. Y cuando todo terminó, nadie pidió reparaciones ni nada. ¿Existe alguna otra palabra para describir eso que no sea dignidad? Ese mismo hombre, Rubén, después dijo que no había un lugar más lindo para vivir en el mundo que no sea Cuba y eso que conocía varios países, sobre todo de África y de Europa del Este. El tipo seguía defendiendo a la misma patria que casi lo llevó a la muerte.
Algo similar sucedió cuando mateábamos en una plaza de La Habana, junto a Vero y Perla. Un señor se acercó a conversar y palabras más palabras menos nos contó que también había ido a pelear a Angola, que la economía andaba un poco floja y que no llegaba con su sueldo a fin de mes. Entonces, sin vueltas, le pregunté si estos problemas podían debilitar a la revolución, a lo que el señor contestó con un no rotundo; para luego explicar que si bien este es un momento difícil, son conscientes de lo que significa vivir una vida socialista.
Este caso, que aquí es ilustrativo, se repite diariamente. A pesar de tener diferencias políticas, o carencias económicas, nadie discute la revolución y eso significa una toma de conciencia, un espíritu crítico inquebrantable que nada ni nadie puede destruir. Y eso es, una vez más, la dignidad de un pueblo que prefiere hacer un esfuerzo para llegar a fin de mes, a hipotecar el futuro de sus hijos o agachar la cabeza ante el imperio genocida, que pretende imponer por la fuerza su verdad hipócrita y fascista.

A esta altura alguno podrá decir: ¿y por qué no te vas a vivir a Cuba si tanto te gusta? Me pasa que amo Argentina, su historia, su tierra y su pueblo. Y me pasa que me gusta tanto lo que veo que quiero llevarlo para allá. No creo que los socialistas debamos encerrarnos en un país sino al contrario: debemos desplegarnos por el mundo dando testimonio de lo que aquí sucede para ver si algún día, en nuestra tierra, podemos ver forjado el nuevo mundo que tanto añoramos y por el que tanto luchamos.

sábado, 7 de abril de 2012

Importante

Si todo sale bien, en horas nomás, estaremos pisando tierra cubana. Hasta el 3 de mayo recorreremos diferentes puntos del país, en pos de conocer y sacar conclusiones propias sobre la revolución que ha suscitado tanto interés para los pueblos y que ha marcado un hito en la historia mundial contemporánea. Lo que no sabemos es cómo funciona el acceso a internet en la isla, de modo que no se preocupen y sepan esperar si transcurren largos días sin saber noticias de nosotros. Por nuestra parte, haremos todo lo posible por conseguir conexión y así poder acercarles las experiencias que vayamos atravesando.

viernes, 6 de abril de 2012

Tegucigalpa

Cuando estábamos en Costa Rica nos advertían de los peligros en Nicaragua y en Nicaragua de los peligros en Honduras. Decir que uno venía a Tegucigalpa era un desatino porque, así sin más, te tiraban las estadísticas por la cabeza. Lo cierto es que, hasta ahora, el horror, los crímenes, la inseguridad, eran cuestiones que siempre pasaban en el país vecino. De Tegucigalpa nos habían dicho que era la ciudad más peligrosa del mundo aunque, claro, eso no aparece en ninguna lista. Pero los miedos operan de esta manera; es un discurso que se instala y circula y después ¿quién lo detiene? ¿Cómo?
Tegucigalpa es una ciudad construida hacia lo largo. Está emplaza en montañas y no tiene un dibujo clásico de centro viejo donde se concentran los poderes, con una plaza principal. Tampoco tiene peatonal con comercios. En algún punto, diría que se parece a Managua, aunque el contraste está dado por la cantidad de franquicias de empresas internacionales que Nicaragua carece, como Mc Donald, Burguer King, KFC, Pizza Hut y demás.

El hecho de estar
A Managua quería llegar porque era tierra revolucionaria. Y con Tegucigalpa sucedía algo parecido, pero a la inversa: en el 2008 me había quedado tumbado en el sillón viendo las imágenes que la televisión mostraba del golpe de estado a Manuel Zelaya. Era, digamos, estar en un lugar mítico, donde la historia había escrito algunas páginas en tiempo reciente. Y ayer pasamos en auto por la casa presidencial y recordé los sucesos del 2008, con la gente en las calles repudiando la interrupción arbitraria del gobierno popular de Manuel Zelaya, cuando restaban sólo unos meses para que se llevasen adelante las elecciones. Hoy, y luego de unos escrutinios truchísimos, gobierna Porfirio Lobo, un títere de la embajada de Estados Unidos que tiró por la borda todo el proceso de transformación social que se venía llevando adelante. Ni la presión internacional ni el cese de las relaciones diplomáticas de muchos países de américa latina lograron hacerle torcer el brazo al entonces dictador Micheletti.

La resistencia
Por esas cosas fortuitas que tiene este viaje, estamos hospedados en la casa de Pepe, un líder de la resistencia popular hondureña. Él fue quien nos contó los trágicos días del golpe, de cómo el pueblo salió a protestar y de cómo los medios se encargaron de acallar las voces y ocultar todo lo que sucedía en las calles. Hemos discutido sobre política e intercambiado concepciones acerca de los procesos sociales que vive américa latina. Será la suerte, tal vez, lo que hace que nos crucemos con tanta gente linda. O será que no hay tanta gente fea y mala como nos quieren hacer ver los agoreros del individualismo y el miedo.

jueves, 5 de abril de 2012

La frontera

Son las ocho de la mañana y caminamos rápido hacia un banco. Estamos en Ocotal, un pueblo a pocos kilómetros de la frontera con Honduras. Primer cajero, no permite la operación. Segundo, tampoco. Preocupados, buscamos un tercero: nada. La miro a Vero y le digo: ya está en marcha el decreto que prohíbe extraer dólares en el exterior desde una cuenta de ahorro en pesos. Sabíamos de la noticia, pero desde Argentina, los bancos, decían que no se iba a implementar.
Teníamos algo de plata así que, sin perder tiempo, nos fuimos a la frontera Las Manos. Cuando llegamos a Migraciones de Nicaragua para hacer la salida, un agente nos invita a que pasemos a Migraciones de Honduras a preguntar si podemos pasar porque cree que nos estás pidiendo un papel. Confiado me acerco y pregunto.
El agente, petiso, despeinado, me lanza:
-¿Tienen los carnets con el certificado de fiebre amarilla?
Tiemblo. Yo me di esa vacuna pero no recuerdo haber traído el comprobante; y Vero no siquiera se la dio.
-Si, claro, lo tenemos –respondo y me doy cuenta que si me los pide estoy al horno.
-Enséñemelos. –Listo, estamos al horno.
Al rato me acerco y le explico que nos lo olvidamos, que por favor nos deje pasar, que tenemos un vuelo el domingo para La Habana. Pero el tipo ya está en jodido. Entonces enloquezco. Que yo averigüé todos los requisitos y no figuraba eso; que muéstreme la ley; ah, no está en la ley, entonces la circular donde se exige esa vacuna; ¿que tampoco la tiene?, entonces nombre y apellido porque voy a denunciar ante mi embajada que usted me está negando el permiso de ingreso. No te doy nada. ¿Cómo, escuché bien? ¿El funcionario público me está negando su nombre? Comprendí que estaba perdido, el tipo ya se me reía, hacía chistes con otros agentes. Volvé a tu país, gringo, dijo. ¡Soy de Argentina la puta que te parió! Cuando me doy vuelta, Vero llorando, toda la gente mirando, le lanzo el grito de guerra: ¡Se ponen rigurosos con las leyes y ustedes hijos de puta tumbaron al gobierno popular de Zelaya!

La resolución
Cuando nos subimos al bondi de regreso a Ocotal estoy derrotado. Vero también. ¿Qué hacemos? Creo que va a ser imposible conseguir esa vacuna en un pueblo tan chiquito como el que estamos. Además exigen que tenga una vigencia de diez días. Y hoy es martes y nosotros volamos el sábado. Por otra parte, si no podemos entrar, no podemos seguir el viaje. Listo, pienso, se terminó todo. Me imaginaba en Panamá, surfeando, pasándola bien, pero viendo frustrado el sueño de conocer Cuba, sin plata (porque el encuentro con Perla, mi suegra, además es para que nos traiga plata ya que no podemos sacar), cambiándole el nombre al blog. Ya no era un viaje por Centroamérica, sino por Panamá, Costa Rica y Nicaragua.
En Ocotal dejamos las cosas en el mismo hotel adonde habíamos estado y nos fuimos a un ciber. Primero para avisarle a nuestro anfitrión de Couchsurfing de Tegucigalpa que no llegaríamos y segundo para buscar la ley de ingreso a Honduras.
De ahí a un hospital. Luego de esperar una hora nos dicen que allí no tienen esa vacuna. Nos mandan a un centro de salud, pero tampoco. Y entonces, mientras la doctora nos explica que hace tiempo que allí no la dan y que el único lugar posible es Managua (que está como a seis horas de donde estamos), ocurre algo, difícil de explicar, pero que se percibe: un intersticio en el diálogo que me hace comprender que puedo pedirle a la doctora que me haga unos certificados. Primero se niega, pero después no puede resistirse al pedido angustioso y lastimoso de dos pibes que están a la deriva, sin plata y que están a punto de perder un vuelo a Cuba. Salimos del centro de salud con dos carnets truchos.

Nuevo intento
Esta vuelta amanecemos a las cinco de la mañana y partimos hacia la otra frontera, que se llama El Espino. Con Vero supimos rápidamente que por más que ahora tuviésemos todo en regla sería imposible cruzar por Las Manos, ya que me había encargado de insultar a todos los agentes migratorios presentes, incluido a un policía.
Nos acercamos a la ventanilla. Miro al señor de bigotes poblados y le echo luz.
-Pasaportes.
No dice ni por favor, ni buen día. Este es un jodido, pienso.
-Necesito el comprobante que se dieron la vacuna contra la fiebre amarilla.
-Si, claro –mi mano temblorosa los pone en su mano. El tipo los mira, los mira, los da vueltas, busca algo. Recuerdo que minutos antes Vero me había dicho que los carnets no tenían ningún sello. Cagamos, pienso, el hijo de puta nos cagó de vuelta.
-¿Cuándo se los hicieron?
-Hace como quince días, creo que ahí abajo está la fecha.
El tipo sospecha de algo. Yo transpiro y Vero contiene sus nervios en los lagrimales. Entonces agarra los papeles de ingreso y empieza a llenarlos. Estamos adentro Vero, lo logramos, quiero gritar pero el poli todavía está ahí, llenando cosas y demorándose más de la cuenta.
A los minutos nos entregó los pasaportes. Pasamos. Luego dedo hasta Choluteca y de ahí bondi a Tegucigalpa. Con Vero nos abrazamos y nos besamos. Habíamos pasado la prueba más difícil que hasta el momento nos había presentado el viaje.

Tema aparte
Mención aparte merecen los esfuerzos de mi vieja, mi hermana y Perla que han removido cielo y tierra en Argentina por intentar ayudarnos. Desde acá, entonces, les mandamos un gran abrazo y un gracias eterno por hacernos sentir siempre el calor de la familia.

domingo, 1 de abril de 2012

Combatir el machismo

Asombra que un país que supo llevar adelante un proceso revolucionario tan fuerte y genuino como Nicaragua, no pueda resolver aún la cuestión del machismo. La anécdota es la siguiente: hoy, domingo, fuimos a una pileta a pasar la tarde. Desde el mismo momento que llegamos, a Vero no podían dejar de mirarla y notamos que, desvestirse, sería un acto complejo que pondría en escena todas las miradas lascivas y asquerosas de quienes no saben ver otra cosa en una mujer que no sea culo y tetas.
Vero, que no se achica y lleva el debate como puede, a veces verbal pero también poniendo el cuerpo a la vista de todos y diciendo de algún modo “me cago en todos ustedes”, se quitó su pollera y se quedó en malla. No fue ahí, sino antes, cuando notamos que era la única mujer en toda la pileta que estaba sólo en traje de baño, ya que el resto de las chicas se bañaba en short  y remera.
Entonces, imprevistamente, se me acercó un nica y me dijo que acá las chicas son tímidas, que no se animan a quedarse en malla como mi novia; como tu hembra, dijo.
-¿Vos te pensás que las chicas quieren bañarse vestidas como lo hacen? –lo increpé y creo que se dio cuenta porque no atinó a decir nada. -¿Acaso no te das cuenta de que los hombres son unos babosos y las miran como queriéndoselas comer crudas?
Mi monólogo siguió, por supuesto, porque estaba inyectado en ira por ese estúpido que se acercó haciéndose el chistoso con un comentario pedorro y desafortunado. No podía creer cómo pensaba que las chicas eran tímidas. Porque el acoso de los hombres no se da sólo en un ámbito como puede ser una pileta. Sin ir más lejos, ayer a la noche me enfrenté verbalmente con tres borrachines porque encararon a Vero adelante mío. Eso también me impactó. Y, en este punto, dos cuestiones: al principio pensé que simplemente menospreciaban mi presencia, que no les importaba que este al lado. Pero tras varios sucesos comencé a pensar de otra manera; creen que, como hombre, pienso como ellos. Son tan escuetos, tan machistas y tan patriarcales que no pueden comprender que un hombre valore a una mujer.

Desde el Estado
Uno de los planes más ambiciosos del gobierno sandinista es el Hambre Cero que, como indica su nombre, intenta erradicar la profunda desnutrición que se registra sobre todo en las áreas rurales. Cuando nos reunimos con el Delegado de San Juan del Sur, ya hace tiempo, para charlar un poco de política, nos contó que es un plan que se distribuye sólo a mujeres. Ante nuestra sorpresa, él nos explicó que
estudios sobre la población dieron que el hombre es un pésimo administrador y que cuando se le daba plata se la chupaba en el bar de la esquina, contrariamente a la mujer, que era la que se preocupaba por darle de comer a sus hijos. Hasta este punto llega la cosa aquí en Nicaragua.

Tema aparte
Mientras acontecía lo narrado en la pileta, simultáneamente sonaba a fondo reggaetón, esa música nacida al calor de las protestas portorriqueñas y que hoy se extienden como un manto de basura, sexista, por todo américa latina y bastante más allá también. Una música cantada sólo por hombres, y donde la mujer sólo ocupa un lugar menor, digamos de reparto, con un solo objetivo: mostrarnos sus tetas aceitadas y su culo prodigioso. Una vez más, el hombre como protagonista de la acción, la mujer apartada para la idiotez.
Mucho no ayuda (y acá me hago cargo de la ensalada de este texto pero que necesito que sea así, caótico, como la realidad misma) la influencia desproporcionada de la Iglesia Católica con su ya consabido estilo de vida patriarcal, donde se relega a la mujer a lugares secundarios. Y no hablo de que la mujer no pueda llevar adelante el sacerdocio, que no es poco, sino a ese lugar inferior que ocupa en relación al hombre. A diferencia de lo que sucede en Argentina, que a pesar de sostener el culto católico se erige como una sociedad laica, acá la Iglesia decide, tiene poder, y no sólo de lobby: tiene el poder de construir el discurso que circula por toda la sociedad que vuelve a la mujer sumisa e indefensa ante el hombre que la insulta, la embaraza y no se hace cargo, que no aporta en la casa más que su vagancia. Pero, bueno, ya sabemos: hay que poner la otra mejilla.

Que no te callen, Alonso Murillo