miércoles, 10 de septiembre de 2014

Desprender del sur

Es sábado a la tarde y Malargue se estira en su larga avenida como desperezándose de una siesta justificada. Caminamos con el objetivo de aflojar las piernas y damos con el planetario municipal, un edificio posmoderno donde proyectan videos que parecen en 3 D referidos a la vida en el espacio. Pagamos la entrada de 30 pesos y nos sentamos en las butacas 7 y 8. La sala está llena de estudiantes secundarios cordobeses que no cesan en su asombro, al igual que nosotros, que reclinados en nuestros asientos miramos el techo circular donde espirales de colores parecen transportarte a la estratósfera.
Al día siguiente partimos temprano hacia Los Molles (donde nos encontraríamos con mi hermana y su familia), un pueblo de montaña donde casi no vive nadie y que es punto de acceso al centro de esquí de Las Leñas. El frío es tan intenso que al día siguiente caen del cielo incesantes copos de nieve que no llegan a formar un piso blanco aunque sí alcanza para arrancarle una sonrisa a los recién despiertos, que somos todos.

Antes de partir hacia San Rafael visitamos los atractivos del lugar acompañados por la troupe familiar: el Pozo de las ánimas y la Laguna de la niña encantada. El primero, como indica su nombre, es una inmensa grieta de incalculables metros con agua verdosa en el fondo lejano. El pozo sorprende por su profundidad y el vértigo que suscita a quienes lo miran de cerca. La segunda visita tiene como correlato una leyenda: una joven indígena escapaba junto a su amante porque su tribu pretendía casarla con otro hombre. En la huida se toparon con la laguna y, ante el terror que les significaba separarse, decidieron saltar hacia el vacío y preferir el suicidio. En lo alto, una piedra vertical simboliza a la bruja que los perseguía, quien quedó allí petrificada por un rayo. En la laguna pueden verse algunas truchas andar despreocupadas: aquí nadie las pesca.

San Rafael

Después de algunos kilómetros la ruta 40 se hunde en un ripio desaconsejable y su lugar lo ocupa, diría naturalmente, la ruta nacional 144 que oscila entre las rectas infinitas y la penetración de paisajes surrealistas como la cuesta de los terneros. San Rafael comienza algunos kilómetros antes, a la vera de la ruta, con decenas de fincas que ofrecen vinos, aceites (de oliva, preferentemente), miel y dulces. Allí está el corazón de la actividad económica de la ciudad y de la provincia.
Luis, nuestro anfitrión en couchsurfing, se ocupó de que viviésemos dos fenómenos tan superlativos como distintos.
El primero tiene que ver con lo humano: nos hizo parte de su grupo de amigos, que es grande, joven, plural y artístico. Romi, Andrés y Lucas nos entibiaron el alma con sus zambas, tonadas cuyanas y otros ritmos populares al son de las guitarras, el bombo y el cajón peruano, siempre con el vino tinto arriba de la mesa.
En una de esas noches, sucedió el siguiente diálogo:
-Le obligo –Lucas me alcanza el vaso con vino recién servido.
Yo lo miro extrañado y él comprende que desconozco el código.
-Vos tenés que decir “le pago”. Eso se usa para invitar a un compañero a tomar una copa –explica cordialmente y la amabilidad parece ser en él un rasgo característico porque se toma el tiempo necesario para enseñarnos todo lo que desconocemos sobre la cultura cuyana, como el cogollo (un canto que cierra las tonadas para dar el nombre de quien las recibe) o leyendas populares.
El segundo fenómeno corresponde a la naturaleza de San Rafael, que es magnánima y grandilocuente. En el primer paseo visitamos Valle Grande y el Cañón del Atuel, formaciones geológicas que desafían la vista con sus colores y formas cambiantes. El recorrido son ochenta

kilómetros por un camino de ripio y sinuoso, que en momentos costea el río, y que desemboca en el Lago Nihuil, tristemente conocido porque allí se realizaron vuelos de la muerte durante la última dictadura militar. El segundo paseo fue a Los Reyunos, un lago espejo rodeado por montañas áridas y rojizas, donde el silencio es absoluto. Allí buscamos un mirador, bajamos nuestros petates y nos dispusimos a pasar algunas horas de la tarde soleada junto a nuestros amigos mendocinos. Fueron ellos los que nos contaron que casi todas las bajadas naturales hacia el lago habían sido privatizadas y las que aún no, estaban pronto a serlo. La misma queja repitieron en referencia al Valle grande, lo que da cuenta de que la ola privatizadora se expande como un cáncer.
A Luis le gusta hablar pero no se atolondra. Responde a cada una de nuestras preguntas con paciencia docente, esforzándose para satisfacer las inquietudes que le planteamos a cada momento.
-Mendoza es un desierto, calor de día y frío de noche. Acá llovió una sola vez en los últimos seis meses. Por eso se dan este tipo de producciones que vos observás. Por eso las parras, los olivares. La provincia de Mendoza tiene un Departamento de Irrigación que se ocupa de planificar, entre otras tareas, las obras que garantizan agua en los campos. En la parte rural, cada propietario tiene un turno de riego, con el objetivo de administrar el uso del recurso. Las fincas tienen una entrada de agua conectada al canal que le corresponde, con una compuerta que es manipulada por el Tomero, persona responsable de levantarlas. Toda el agua proviene del deshielo.

Por la noche Luis nos lleva a ver el dique del río Atuel y es imponente porque se trata de un paredón que podría estimar en más de cincuenta metros. De un lado el agua calma y contenida por las compuertas cerradas; del otro la sequedad absoluta. Esta fluctuación de agua y polvo es constante en cualquier lugar, ya que el recurso hídrico es administrado con celo alemán. Y no es para menos en una provincia que a pesar de las hostilidades del tiempo (sequía constante, heladas tardías) vive de las bonanzas de la tierra. Y del trabajo de la gente, por supuesto, que es mayúsculo, y que implica a miles de los llamados trabajadores golondrinas, característicos por migrar constantemente de cosecha en cosecha.

Casi doscientos kilómetros hacia el lado de la cordillera, la ciudad de Tupungato se presenta como la capital nacional de la nuez, aunque también es reconocida por sus bodegas, que son muchas, y pueden visitarse fácilmente, ya que todas tienen previsto y organizado el turismo vitivinícola. Por módicos veinte pesos una de las empleadas de la bodega Giaquinta nos hizo un recorrido por la fincha, mostrándonos y explicándonos las etapas que recorre la uva hasta convertirse en vino.
-Este vino se vende localmente, no llega a los supermercados grandes; la mayoría se exporta a Brasil, Estados Unidos, Italia. Vender acá es muy difícil por la red de comercialización. Estas son las barricas de roble donde almacenamos el Malbec, que es nuestro caballito de batalla. Los otros vinos se almacenan en piletones. Otros están chipeados (con chips de roble) como el sirah-bonarda.
Después de recorrer el depósito de almacenamiento subimos adonde se encuentran el resto de las empleadas ejecutando distintas funciones como etiquetando, colocando el corcho, llenando las botellas, en ese momento, damajuanas de casi 5 litros.
-Las damajuanas se venden bastante porque son mucho más económicas que las botellas –dice nuestra guía y estira su brazo canela a la pila de botellones que se encuentran a la venta.
El final de la visita es previsible: la degustación. Son las once de la mañana, tengo el estómago vacío y el vino entra a mi cuerpo como pidiendo permiso. Pero también noto que eso sucede con el primer sorbo porque al rato le pido otra copa. Me subo a La Bartola con los dientes violetas y la boca sonriente. El sol cae vertical y poderoso como hacía tiempo. Nosotros avanzamos, también como siempre, a paso lento pero constante hacia nuestro próximo destino: Mendoza.




3 comentarios:

  1. Hola!!!! Cuantos detalles....!!! Parece que les gusto la provincia de Mendoza,me alegro mucho,ya que todos los que los seguimos disfrutamos con la historia y hasta soñamos esos vinos.
    Buen viaje!!! Los amo.
    Sofia

    ResponderEliminar
  2. Para ir ubicándome en cada lugar,lo fui leyendo despacio,no me gusta perder los detalles de las descripciones ,son extraordinarias,es como vivirlas,me ayudo con las imágenes y la ubicación de los lugares en el mapa,muy bueno Nacho

    ResponderEliminar
  3. Excelente relato. La omisión del "Manzano Histórico" es un acierto, con todo respeto...
    Saludos.

    ResponderEliminar