Es sábado a la tarde y Malargue se estira en su larga
avenida como desperezándose de una siesta justificada. Caminamos con el
objetivo de aflojar las piernas y damos con el planetario municipal, un edificio
posmoderno donde proyectan videos que parecen en 3 D referidos a la vida en el
espacio. Pagamos la entrada de 30 pesos y nos sentamos en las butacas 7 y 8. La
sala está llena de estudiantes secundarios cordobeses que no cesan en su
asombro, al igual que nosotros, que reclinados en nuestros asientos miramos el
techo circular donde espirales de colores parecen transportarte a la
estratósfera.
Al día siguiente partimos temprano hacia Los Molles (donde
nos encontraríamos con mi hermana y su familia), un pueblo de montaña donde
casi no vive nadie y que es punto de acceso al centro de esquí de Las Leñas. El
frío es tan intenso que al día siguiente caen del cielo incesantes copos de
nieve que no llegan a formar un piso blanco aunque sí alcanza para arrancarle
una sonrisa a los recién despiertos, que somos todos.
Antes de partir hacia San Rafael visitamos los atractivos
del lugar acompañados por la troupe familiar: el Pozo de las ánimas y la Laguna
de la niña encantada. El primero, como indica su nombre, es una inmensa grieta
de incalculables metros con agua verdosa en el fondo lejano. El pozo sorprende
por su profundidad y el vértigo que suscita a quienes lo miran de cerca. La
segunda visita tiene como correlato una leyenda: una joven indígena escapaba
junto a su amante porque su tribu pretendía casarla con otro hombre. En la
huida se toparon con la laguna y, ante el terror que les significaba separarse,
decidieron saltar hacia el vacío y preferir el suicidio. En lo alto, una piedra
vertical simboliza a la bruja que los perseguía, quien quedó allí petrificada
por un rayo. En la laguna pueden verse algunas truchas andar despreocupadas:
aquí nadie las pesca.
San Rafael
Después de algunos kilómetros la ruta 40 se hunde en un
ripio desaconsejable y su lugar lo ocupa, diría naturalmente, la ruta nacional
144 que oscila entre las rectas infinitas y la penetración de paisajes surrealistas
como la cuesta de los terneros. San Rafael comienza algunos kilómetros antes, a
la vera de la ruta, con decenas de fincas que ofrecen vinos, aceites (de oliva,
preferentemente), miel y dulces. Allí está el corazón de la actividad económica
de la ciudad y de la provincia.
Luis, nuestro anfitrión en couchsurfing, se ocupó de que
viviésemos dos fenómenos tan superlativos como distintos.
El primero tiene que ver con lo humano: nos hizo parte de su
grupo de amigos, que es grande, joven, plural y artístico. Romi, Andrés y Lucas
nos entibiaron el alma con sus zambas, tonadas cuyanas y otros ritmos populares
al son de las guitarras, el bombo y el cajón peruano, siempre con el vino tinto
arriba de la mesa.
En una de esas noches, sucedió el siguiente diálogo:
-Le obligo –Lucas me alcanza el vaso con vino recién
servido.
Yo lo miro extrañado y él comprende que desconozco el
código.
-Vos tenés que decir “le pago”. Eso se usa para invitar a un
compañero a tomar una copa –explica cordialmente y la amabilidad parece ser en
él un rasgo característico porque se toma el tiempo necesario para enseñarnos
todo lo que desconocemos sobre la cultura cuyana, como el cogollo (un canto que
cierra las tonadas para dar el nombre de quien las recibe) o leyendas
populares.
El segundo fenómeno corresponde a la naturaleza de San
Rafael, que es magnánima y grandilocuente. En el primer paseo visitamos Valle
Grande y el Cañón del Atuel, formaciones geológicas que desafían la vista con
sus colores y formas cambiantes. El recorrido son ochenta
A Luis le gusta hablar pero no se atolondra. Responde a cada
una de nuestras preguntas con paciencia docente, esforzándose para satisfacer
las inquietudes que le planteamos a cada momento.
-Mendoza es un desierto, calor de día y frío de noche. Acá
llovió una sola vez en los últimos seis meses. Por eso se dan este tipo de
producciones que vos observás. Por eso las parras, los olivares. La provincia
de Mendoza tiene un Departamento de Irrigación que se ocupa de planificar,
entre otras tareas, las obras que garantizan agua en los campos. En la parte
rural, cada propietario tiene un turno de riego, con el objetivo de administrar
el uso del recurso. Las fincas tienen una entrada de agua conectada al canal
que le corresponde, con una compuerta que es manipulada por el Tomero, persona
responsable de levantarlas. Toda el agua proviene del deshielo.
Por la noche Luis nos lleva a ver el dique del río Atuel y
es imponente porque se trata de un paredón que podría estimar en más de
cincuenta metros. De un lado el agua calma y contenida por las compuertas
cerradas; del otro la sequedad absoluta. Esta fluctuación de agua y polvo es
constante en cualquier lugar, ya que el recurso hídrico es administrado con
celo alemán. Y no es para menos en una provincia que a pesar de las hostilidades
del tiempo (sequía constante, heladas tardías) vive de las bonanzas de la
tierra. Y del trabajo de la gente, por supuesto, que es mayúsculo, y que
implica a miles de los llamados trabajadores golondrinas, característicos por
migrar constantemente de cosecha en cosecha.
Casi doscientos kilómetros hacia el lado de la cordillera,
la ciudad de Tupungato se presenta como la capital nacional de la nuez, aunque
también es reconocida por sus bodegas, que son muchas, y pueden visitarse
fácilmente, ya que todas tienen previsto y organizado el turismo vitivinícola.
Por módicos veinte pesos una de las empleadas de la bodega Giaquinta nos hizo
un recorrido por la fincha, mostrándonos y explicándonos las etapas que recorre
la uva hasta convertirse en vino.
-Este vino se vende localmente, no llega a los supermercados
grandes; la mayoría se exporta a Brasil, Estados Unidos, Italia. Vender acá es
muy difícil por la red de comercialización. Estas son las barricas de roble
donde almacenamos el Malbec, que es nuestro caballito de batalla. Los otros
vinos se almacenan en piletones. Otros están chipeados (con chips de roble)
como el sirah-bonarda.
Después de recorrer el depósito de almacenamiento subimos
adonde se encuentran el resto de las empleadas ejecutando distintas funciones
como etiquetando, colocando el corcho, llenando las botellas, en ese momento,
damajuanas de casi 5 litros.
-Las damajuanas se venden bastante porque son mucho más
económicas que las botellas –dice nuestra guía y estira su brazo canela a la
pila de botellones que se encuentran a la venta.
El final de la visita es previsible: la degustación. Son las
once de la mañana, tengo el estómago vacío y el vino entra a mi cuerpo como
pidiendo permiso. Pero también noto que eso sucede con el primer sorbo porque
al rato le pido otra copa. Me subo a La Bartola con los dientes violetas y la
boca sonriente. El sol cae vertical y poderoso como hacía tiempo. Nosotros
avanzamos, también como siempre, a paso lento pero constante hacia nuestro próximo
destino: Mendoza.
Hola!!!! Cuantos detalles....!!! Parece que les gusto la provincia de Mendoza,me alegro mucho,ya que todos los que los seguimos disfrutamos con la historia y hasta soñamos esos vinos.
ResponderEliminarBuen viaje!!! Los amo.
Sofia
Para ir ubicándome en cada lugar,lo fui leyendo despacio,no me gusta perder los detalles de las descripciones ,son extraordinarias,es como vivirlas,me ayudo con las imágenes y la ubicación de los lugares en el mapa,muy bueno Nacho
ResponderEliminarExcelente relato. La omisión del "Manzano Histórico" es un acierto, con todo respeto...
ResponderEliminarSaludos.