Antú, los ojos saltones, la ropa sucia, los pelos que le
salen por debajo del gorro marrón, me dice que esto no es nada, que lo peor es
la helada negra. Me explica cómo se provoca pero no lo entiendo, ni me importa,
porque hace tres grados bajo cero y creo que no puede haber más frío que este.
La feria se monta igual, desde temprano: más de trescientos puestos esperando que
hoy se mueva, que venga gente, que compren. Y gente hay, pero no tanto como
para que a todos nos vaya muy bien. Cierto es que aún no empezaron las
vacaciones de invierno, ni en Europa las de verano.
Lo que a otros les lleva una hora o más, nosotros lo
solucionamos en diez minutos, y me refiero a armar el puesto, que consiste en
una mesa playera de madera plegable, unos tacos para elevarla, otra madera que
nos brinda mayor superficie, la manta, los cuadernos artesanales, las postales
y, arriba, una soga finita sostenida por postes de aluminio para carpa donde
colgamos los origamis (grullas y estrellas de papel).
Hecho el puesto, sólo resta esperar. ¿Pero qué hace un
feriante en el tiempo que transcurre entre cliente y cliente? Ese es un terreno
donde cada quien tiene su receta. En lo que a mí respecta, prefiero tejer,
intercambiar frases ocasionales con los puesteros vecinos, tomar mate. A mis
costados, no son pocos los que prefieren el porro y la cerveza como las mejores
compañías. Estrategias de venta hay miles, sospecho, y nosotros las vamos
descubriendo a medida que nos ponemos cancheros. Hablar mucho invade, hablar
poco resulta descortés, no levantar la vista genera desinterés, en fin, todas
asociaciones que cobran sentido y lo pierden en el mismo momento que se ponen
en juego, lo que deja de manifiesto que cada persona es un mundo en sí mismo y
el éxito, entonces, radicaría en descubrir qué fórmula funcionaría mejor según
el caso. Me entretengo pensando que esto es posible.
La feria es un universo donde se encuentra de todo pero,
además, es el lugar donde cientos de personas recurren a hacerse un mango, en
una ciudad que no genera más actividad de consumo que la limitada a la comida y
cuestiones básicas. Los primeros días me preguntaba cómo hacían aquellos
puesteros que compraban una birra luego de una venta. Charlando con Antú me
contó que muchos, incluso él, viven en los altos, en tierras tomadas, sin
calefacción (la media en invierno es de 0 grados), sin agua potable, sin luz ni
gas.
El calor proviene de la leña que ellos mismos se propinan y las velas
reemplazan los faroles, casi siempre, sobre todo cuando la garrafa ya no tiene
más gas y eso sucede a menudo.
Es raro por qué los hippies eligieron un sitio tan hostil
para vivir. Nadie de los muchos a los que pregunté pudo responderme esa
pregunta con convicción. Improvisaron argumentos como la belleza natural, el
alejamiento de la gran ciudad, pero nada extraordinario con respecto a otros
pueblos que brindan las mismas condiciones en un clima que no te demanda tantos
esfuerzos para llevarla bien.
A pesar de todo, martes, jueves y sábados la plaza se
engalana, se llena de gente, de olores, de buscas, de oportunidades. En ese
paño jugamos nuestras fichas, que son tímidas pero se la bancan, tan originales
y fuera de lugar que a veces la gente tiene que mirar dos veces para creerlo.
Trescientos puestos del color de la madera, la lana, el recuerdo, los
cinturones, los alfajores, la cerveza artesanal. Trescientos puestos marrones,
negros, grises, bordó, ocres y uno, sólo
uno, celeste, amarillo, naranja, con lunares, con grullas que cuelgan, con
fotos de Charly y estampados de los Beatles. Allí atrás nos encontramos,
bienvenidos, levanten sin compromiso.
¡¡¡¡Qué hermoso el puestito,tiene mucho color,los quiero imaginar y casi no puedo,para algunos unos LOCOS,para otros unos valientes,y envidia no ANIMARSE a seguirlos.
ResponderEliminarno me van a creer, pero yo tengo el de abajo a la derecha, el oscuro jeje, andaba de vacaciones por el bolson y lo compre, soy de necochea!! saludos
ResponderEliminarJa ja ja si estuviera tu cuñado te compraría el de la motitos. Que linda descripción Nacho!!!! a pesar del frío me dan ganas de darme una vueltita. Cariños Romina
ResponderEliminarQue lindo ver el retazo de tela que les regale con forma de librito y no de almohadon!!! jajaj. Queremos saber como les va con las ventas!! Vero podes hacer moviles con grullas chiquitas para niños... besotes, Euge
ResponderEliminarComo no iba a haber color si el alma de Vero esta allí!!!! Es bellísimo saberlos felices.
ResponderEliminarLos quiero .
Sofia