miércoles, 18 de junio de 2014

La peli de José

Nuestra estadía en El Bolsón comenzó un par de kilómetros y un día antes porque José, nuestro anfitrión de couchsurfing, nos invitó a su casa, a pesar de estar en plena mudanza porque en días (a los tres días) viajaba para España.
-Me voy porque no me banco otro invierno más. Yo soy de acá, nunca viajé y me quiero ir. Allá en Italia está mi hermano, pero yo no agarro una de italiano así que me voy a España, él viaja para allá y arrancamos juntos.
Son casi las 17, en el cielo muchas nubes grises que parecen lluvia, pero a veces es sólo frío. José nos guía hasta su taller donde trabaja con su viejo en reparaciones de motores, porque  allí pasará la noche La Bartola: a su casa se accede a pie o en 4x4, así que subimos en su jeep azul. La casa se encuentra por un largo camino hacia dentro del Cerro Radal. Vero prefiere la caja, yo me siento en la butaca del acompañante y arrancamos, no sin antes pasar por la proveeduría, porque una vez arriba hay que arreglársela con lo que hay.
El camino, al principio, parece normal. Pero después ya es turismo aventura porque la pendiente no sólo que no afloja sino que se va poniendo cada vez más estrecha, un pozo al lado de otro, mucho barro.
-En invierno, cuando llueve dos meses seguidos, esto se vuelve imposible. Ahí tengo que bajar en moto –enseña, los ojos celestes le brillan, se aferra al volante -Antes acá había buena madera, ahora todo es pino, se llevaron la mejor y forestaron esta mierda, que se chupa toda el agua. Porque esto tenía muchos arroyos que se los comió el pino. Y encima no crece nada, hay un colchón de diez centímetros de pinocha.
Sobre un claro, con la vista hacia el abismo, José armó su casa con madera autóctona. El agua la sube en tachos de 300 litros y con un generador de nafta se hace de energía eléctrica. La calefacción es a leña y, por si hace falta aclararlo, no tiene vecinos.
-Esta es mi peli, no la cambio por nada, pero es difícil estar acá arriba. Mis amigos no quieren venir a visitarme y mi compañera no se la bancó más y se fue.

Cuando la noche se cierra, en las montañas aparecen lucecitas y algunas columnas de humo. José sonríe y me dice: “Uno cree que está solo pero mirá todas esas casitas, no soy el único”; y la mueca en la cara, la sonrisa amistosa, el vapor que fluye de su boca.

3 comentarios:

  1. Hola!! seguramente fueron buena compañia para Jose, ahora... todo muy lindo pero ni a gancho me quedo a dormir tan lejos de todo!! y como dirian las nenas ¨vino la oscuridad¨ ajjaja... besos!! Euge

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  2. Disfruten viajeros! Un beso enorme pa los dos.

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  3. Aparecieron!!!!! Los extrañe.... y mucho.
    Que personaje Jose,hay que vivir en esa inmensidad...todo un descubrimiento,me alegro por ustedes que pudieron compartir con el toda esa magia.
    Les mando un abrazote y no se pierdan.
    Sofia

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