Daniel nos hace seña desde la puerta, que pasemos, y nos
recibe con matecito caliente en una tarde lluviosa y cerrada, de muchas nubes,
de muchos grises. Pero en la casa, esa que construyó hace como treinta años con
sus manos y un par de consejos amigos, se está bien. El calefactor, en un
rincón de la cocina, combate al frío que se cuela por las ventanas amplias que
dan al pequeño patio y Charly, el gato, deambula alegre de acá para allá.
-Yo vine a El Bolsón hace mucho ya, de Buenos Aires –nos
cuenta, la sonrisa ancha, el pulóver que lo envuelve-. Vine como tantos otros,
cuando esto era apenas un pueblo de montaña, en una oleada muy grande de
hippies que encontraron aquí un lugar en el mundo, alejados del trajín de la
gran ciudad que ya por ese entonces no sólo era caótica sino que también
amenazaba la seguridad de quien desease discutirla.
Dani, en La Bartola |
Daniel tiene 58 años. Ese dato es suficiente para comprender
que, de algún modo, es uno de los tantos sobrevivientes de esa experiencia que
a menudo se presenta como de conclusión incierta, pero que en este pueblo de la
Patagonia se vuelve visible. Es cierto que la cultura hippie no ha podido, no
ha sabido o no ha querido alterar o influir en la visión del mundo del común de
los mortales, pero ojo, tampoco entiendo que haya naufragado en el tumultuoso
mar de la moda, que todo se lo devora, que todo lo tritura.
Si de describir un pueblo se trata, entonces tengo que decir
que en El Bolsón hay muchos centros de venta de verduras y frutas orgánicas, que
no sólo se limitan a comerciar un producto saludable sino que además discute
cómo son producidos los alimentos que consumimos, combatiendo la excesiva
fumigación, los transgénicos, el uso de los suelos. Además, estos espacios, que
tienen vida propia en la red, se proponen reducir la cantidad de intermediarios
que existen entre el productor y el consumidor, obteniendo mejores precios para
ambos.
Otro de los fenómenos de El Bolsón es su feria de artesanos
que se da cita en la plaza principal los días martes, jueves y sábados. Allí se
consigue de todo: miel artesanal, gotitas homeopáticas, mates grabados, tejidos
autóctonos. Nosotros participamos vendiendo nuestros cuadernos artesanales,
postales y algunas cositas en macramé y, modestia aparte, nos fue muy bien.
La calle, quién si no, es testigo de los centros culturales
que se esconden en los barrios y de los infinitos espacios de meditación, yoga,
terapias alternativas que se encuentran a cada paso. En el medio de todo esto,
los viajeros, mochileros o no, que andan de un lado a otro, con sus acentos, su
ropa, sus peinados. Y los hay de cualquier parte del mundo, lo que convierte a
El Bolsón en una ciudad cosmopolita y tolerante.
El universo te asiste
Habíamos estado hablando con Vero la posibilidad de quedarnos
unos días más pero el hecho de no tener lugar (Daniel era nuestro anfitrión de
Couchsurfing) nos obligaba a seguir camino, ya que las bajísimas temperaturas
volvían imposible dormir en La Bartola. Había sacado algunas cuentas en la
cabeza, expresiones de deseos que se construían pero morían antes de salir de
mi boca cuando Daniel me sorprendió.
Yo de espaldas lavando los platos, Vero seguramente
metiéndole al papel, Dani sentado en una reposera cebando mate:
-Y quedensé –suelta, como quien dice algo al aire y ese algo
queda flotando, en un aire suave y apacible-. Yo tengo que viajar en uno días a
Capital para ver a mi mamá que está muy grande y si quieren pueden quedarse, de
hecho a mí me vendría bárbaro para que cuiden la casa.
Sin dejar de lavar le pregunto de que cuánto tiempo estamos
hablando.
-Sería un mes más o menos.
La miro a Vero y en su mirada descubro la misma sorpresa que
siento. Habíamos estado pensando en esa posibilidad y ahora se nos daba ahí
mismo. Daniel era la llave que nos permitiría vivir, al menos por un pequeño
tiempo, un una ciudad que, muchos años atrás, jóvenes igual que nosotros
eligieron como refugio para hacerse a un costado de la ciudad que presionaba y
asfixiaba. Lo que se logró, con sus avances y retrocesos, está aquí para ser
vivido. Y nosotros haremos nuestra propia experiencia.
Que bueno!!!! cómo se abren las puertas de sus sueños!!! y más conocerlo en el invierno.
ResponderEliminarQue cara de bueno tiene anfitrión. Se extrañan los comentarios seguidos. Besos Romina
Que buena onda!!! me encantaria ir a visitarlos, ya que ese destino no lo conozco!!!! Quien dice y se da... a disfrutar la estadia. los quiero! Euge
ResponderEliminarHola!!! Que descripción tan bella...Y que increíble como se suceden las cosas y todo el universo conspira para lograrlo.Me alegro por ustedes y por nosotros,porque sabemos que están conociendo gente linda que los abraza y los disfruta.Desde ya un saludo grande para nuestro anfitrión y toda la fuerza para ustedes.
ResponderEliminarLos amo.
Sofia