-En Uruguay hay ferias por todos lados –nos cuenta Lore, una
argentina que vive en Montevideo hace unos años y a quien conocimos en El
Bolsón, cuando junto a su compañero surcaban los caminos de nuestro continente.
Que haya ferias por todos lados es una excelente noticia
para nosotros que necesitamos de manera urgente hacernos de pesos uruguayos ya
que el cambio nos desfavorece y costearse la vida en estos pagos no resulta
nada barato.
El sábado por la mañana nos dirigimos a ciudad vieja, el
sector turístico de la capital uruguaya copado por artesanos y paseantes, donde
además de poner el puesto me animo a cantar algunas canciones con el ukelele y
me tiran unos mangos. Es la primera vez que lo intento y me siento muy cómodo,
a pesar de que el ukelele es un instrumento nuevo para mí. Pero me hago el
payaso, le canto a la gente a los ojos y la complicidad brota de manera
instantánea.
Por la tarde asistimos a la feria de Parque Rodó, que más que
artesanías expone diseño, lo que nos viene al pelo porque nuestros cuadernos tienen
más que ver con lo segundo que con lo primero. Las ventas son exitosas y
culminamos una jornada festivos y satisfechos. Al día siguiente, ya domingo y
por la mañana, buscamos la calle Tristán Narvaja, donde se monta la feria más
grande de Montevideo. Pero la realidad superó ampliamente las descripciones
anteriormente formuladas por quienes nos aconsejaban que participemos, porque
la gente se cuenta de a miles y los puestos se multiplican por las calles aledañas.
Digamos que esta feria de Tristán es la más popular que me
ha tocado conocer porque no sólo que se encuentra de todo sino que para
participar no hay que aprobar el examen de ninguna comisión: basta con ponerse.
El sol fulmina a quien se ponga ante sus rayos y resulta
imprescindible ubicarse debajo de la sombra de un árbol, cosa no tan sencilla
pero rápidamente resuelta, gracias a que nuestro vecino abandona temprano la
jornada y nos cede el lugar. En las esquinas humean las chimeneas con comida, en
el aire las músicas se confunden con las voces. La atmósfera está cargada de
pueblo aunque estemos en una capital y seamos miles. Será por la compraventa
rápida, sin tarjetas de crédito ni débito, ni bolsas de negocios o por la
sucesión infinita de antigüedades que parecen desafiar los nuevos diseños.
En medio del movimiento, me contento ante algunas pausas que
me permiten recorrer algunas de sus calles. Descubro así las frutas y verduras,
el sector de libros y el de ferretería. Me siento tentado a comprar una
escuadra de madera y borde de bronce pero rápidamente identifico que la unidad
de medida es la pulgada. Vero adquiere una lata antigua, usada en el pasado por
los escolares para transportar su merienda.
-Estuve buscando cuadernos y me recorrí toda la feria –la mujer
de pelo negro desenreda sus manos y afirma la cartera a su costado – Quiero decirles
que los de ustedes son lo que más me gustaron.
Los elogios provienen de diversas bocas y las buenas ventas
confirman los dichos. Para las tres de la tarde la muchedumbre comienza a
disiparse y los feriantes a juntar lentamente sus petates. Una señora se
detiene a mirar nuestras postales. Las observa minuciosamente. Son más de
cuatrocientas así que su estadía ante nosotros se extiende en minutos.
Finalmente dio la vuelta y se fue sin comprar y sin saludar. Tal vez la excepción
que confirme la regla.
Hola!!! Estoy leyendo estas lineas junto a la Pepa,que vino a pasar unos días a Neco. Me sorprendio la novedad del show musical.... Que divertido...!!! Les deseo buen camino y buenas ventas.
ResponderEliminarBesos.
Sofia
Qué éxito estos cuardernos por las calles charruas :)
ResponderEliminarFue un placer tenerlos por acá, amigos :)
Lore
Excelente que hayas pasado por aquí en Uruguay algunos dias que cómico lo de la tiradas de mango jaja
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