Sin duda, el clímax del lugar está dado por el mirador que
se encuentra a más de 50 metros de altura y desde donde puede observarse buena
parte del Parque. Ese fue el sitio elegido para almorzar unos sándwiches que
habíamos llevado y para descansar después de una larga caminata en subida.
Desde allí, además, contemplamos el lento aleteo (¿se dice así?) de las
libélulas, que parecían moverse cadenciosamente ante nuestro ojos, ostentando
sus colores amarillos o azules. También nos asombramos cuando una iguana de
considerable tamaño intentaba llegar infructuosamente hasta nosotros.
A pesar de habernos levantado a las 5 de la mañana para
aprovechar lo más posible el paseo, nos quedamos con ganas de más, ya que no
siempre se nos brindan estas oportunidades. Disfrutamos de nadar en el agua
fresca, del silencio de las montañas, el crujir de las hojas ante nuestros
pasos, la majestuosidad de los árboles que se erigen como columnas infinitas.
Ahora que llegamos, que ya estamos en el hospedaje, pienso en
la inmensidad de todo aquello y se me figura imposible, como si la única manera
de comprender ese estado de la naturaleza supusiese estar presente. Creo, estoy convencido, que la imaginación no
puede llegar tan lejos.
Que buen lugar viajeros, se les recuerda con mucho cariño. Un abrazo enorme para los dos. Bendiciones.
ResponderEliminarmarcelo
Cuanta hermosura!!!
ResponderEliminarQue bueno que estan disfrutando ampliamente de esos lugares...
Nosotros agradecemos todo el material que nos envian,nos permiten hacer un recreo maravilloso.
besos y a seguir camino.
Sofia