Los que me conocen imaginarán mi comportamiento durante todo
el partido: gritos desaforados, insultos al aire, golpes a la mesa. La gente
que estaba alrededor miraba un poco extrañada y un poco con miedo. Algunos
sabían que era un partido importante porque minutos antes casi me peleo con la
encargada del lugar porque le quería cambiar el canal del televisor para
chequear si transmitían el partido. Entonces algunas preguntas, y sí, que el
partido es muy importante y si ganamos volvemos a Primera.
Cuando promediaba el segundo tiempo, con el 1 – 0 arriba y con los resultados adversos de Instituto y Central, pensé en las amargas 363 noches (como rezaba la bandera en el monumental) que pasé, me acordé de Bruno, de Lucho, de como estarían viviendo todo, de mi viejo, de mi hermano, de cuando íbamos a la cancha, de cuando lo vimos dar la vuelta con el Enzo, de cuando el puto descenso me encontró en México, de la final de la libertadores y los goles de Crespo. Me acordé de la gloria. Tipos que habíamos vivido la tragedia de irnos a la B ahora disfrutábamos la felicidad de un objetivo cumplido. Y lo hacíamos como hacemos los hombres: rompiendo en llanto como niños, abriendo la boca torpemente, sollozando entre los mocos que se nos caen como gelatina.
Los últimos quince minutos del partido fueron una lucha con
las lágrimas para que me dejasen ver la pantalla. Y cuando llegó el pitazo
final, miré alrededor como para encontrar algo que coincidiera con lo que me
estaba pasando, complicidad con algún colega, pero sólo encontré gringos
tomando cerveza, algunos ñatos viendo el partido de España, nada rojo y blanco,
ninguna canción de cancha. Entonces, haciéndome lugar entre las cataratas que
brotaban de mis ojos, me enfrasqué en la
pantalla mientras en el oído seguía las declaraciones de los muchachos que
hicieron posible tanta locura, y el canto de la gloriosa hinchada que bajaba
potente de las tribunas me volvía a mi etapa de niño, cuando por River la vida
y que un lunes en la escuela después de un domingo de derrota era insoportable.
River había ascendido, podía llorar tranquilo, agradecerle a
todos los santos y preguntarle a dios y a todos ellos ¿por qué? ¿Por qué tanto
sufrimiento? ¿Por qué quedar afuera de la Copa Argentina; por qué tantos
penales errados; por qué yo acá, tan lejos de los abrazos y de las borracheras
posteriores al partido?
Cuando ya no quise escuchar más fui a buscar a la bruja para
desvanecerme, para llorar en su hombro, para agradecerle tanta paciencia a
tanta locura, por preguntarme cómo salió el partido, por ponerse mal cuando me
pongo mal porque el Cave la tiró por arriba del travesaño.
A la distancia, desde un lugar que hasta yo me siento
extraño, les mando un abrazo bien apretado a los hinchas del millo que
aguantaron la mala y ahora festejan para que se acabe, de una vez y para
siempre, este ciclo tan amargo, y así retomar el camino de gloria, ese que nos
ubicó como el mejor equipo del mundo.
En busca de la calesita despues de que las princesas cancelaran su show, terminamos con Amanda en la caravana de River plena 79 y 10, con bocinazos y banderas... Ami me pregunto pq estan contentos? pq ganaron conteste y me retruco dale ma sali quiero ir a la calesita!!! Besos, Euge
ResponderEliminarNacho;me acordé mucho de vos,claro que yo tambien estaba ansiosa,imagino tu alegría y emoción!!!VIVA RIVER!!!chicos hace mucho que no los veo y los extraño;seguro que el lunes 2 estoy en casa,ojalá los vea;Mélani es hermosa,cachetona y una santa,un beso grande para los dos los quiero mucho.
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