Son poco más de las ocho de la mañana y el sol todavía no ha
asomado desde atrás del paredón. Apenas se escuchan algunos autos, y el
escenario es ganado por algunos pájaros y gallos. Pensé que escribiría ayer,
pero las circunstancias no me lo permitieron y hoy me levanté con ganas. Sucede
que hace unos días cruzamos una nueva frontera y alcanzamos México y llegamos a
San Cristóbal de las Casas, luego de un paso fugaz por Palenque. Aquí nos
esperaba un anfitrión de Couchsurfing y, aunque nos había explicado que su casa
era un espacio recurrente de viajeros, jamás imaginamos lo que encontramos.
El dueño de casa se llama Goñi, un mexicano entrañable que
hace dos meses se puso un bar junto a dos amigos y que parece no descansar en
el afán de hacer de la vida un espacio múltiple y flexible y de su casa una morada
tibia para quienes lo visitan. Él vive con su novia española. Y además de ellos
dos, aquí habitan o habitamos, dos italianos, dos españoles, un alemán y
nosotros dos.
No se imaginen una casona: aquí el corazón es bien grande. Y
la manera de organizarse sencilla: si tienen que dormir tres en una cama está
bien y si hay que parar en el suelo también. Y más allá de que durante el día
cada uno está con sus actividades, por la noche nos reunimos a cenar y a
charlar sobre nuestras visiones del mundo, nuestros viajes y la manera en que
podemos contribuir para cambiar el mundo. Pero ojo, no se trata de una
comunidad inofensiva: la mayoría somos militantes y muchos de ellos trabajan
directamente con las comunidades zapatistas u otras organizaciones ligadas a la
defensa de los derechos humanos.
Ni bien habíamos llegado me preguntaron cuánto tiempo nos
quedaríamos en San Cristóbal y respondí una semana y, cuando me lo volvieron a
preguntar dos horas más tarde dije quince días. Es que realmente hemos sentido
una conexión tan intensa que va a resultar bien difícil que nos arranquen de
acá. Y no me refiero a la casa y su gente, que por cierto me han renovado las
ganas de viajar que unos días atrás, por los sucesivos viajes y una nueva
recaída por una intoxicación, se habían aplacado, aunque jamás desaparecido. Es
esta ciudad cosmopolita, símbolo de la resistencia antineoliberal, faro
cultural de la humanidad y demostración cabal de que es posible mirar a la
política y comprenderla desde otros ángulos. Pero esto último será materia de
análisis de los próximos días.
Por el momento estamos en Chiapas, un lugar que no conoce de
imposibles. Nosotros tampoco.
Que buena onda!! a disfrutar este ultimos mes!
ResponderEliminarBeso y ojo con el texila..
Euge
Hola!!! Que bueno verlos rodeados de tanta gente linda por lo que nos cuentan...Me hacen recordar los veranos que la casa se llenaba de gente,y uno los recibia y los atendia con tanto amor...
ResponderEliminarOjala algun dia podamos conocer algunos de los lugares tan fantasticos que nos mencionan.
Les mando un beso enorme y transmitantan mis saludos a los nuevos amigos.
Los quiero mucho.
Sofia