Marcelo se acerca a La Bartola y nos dice hola.
-¿Están durmiendo la siesta?-pregunta, aunque no, Vero
tirada en la cama, yo en la butaca giratoria, seguramente hablando de algo.
Dice permiso y se apoya sobre la puerta lateral. Cuenta que él también tuvo una
camioneta, que viajó mucho, que vivió en Barcelona diez años y que no extraña,
que ahora puso un Paint ball y que los domingos hace feria. Que sus hijos ya
están acá, que ya casi con cincuenta la cosa se ve distinta, que hizo de todo
para ganarse el mango. También dice que pensaba hacer veinte lucas en Semana
Santa pero hizo siete.
-Sabés las cosas que yo vi en Barcelona –pienso que no lo
sé, creo que tampoco lo imagino –argentinos por todos lados. Un porteño bailaba
el tango con una muñeca. Creéme (le creo) el tipo se había enganchado una
muñeca y ponía música y listo, se llenaba de guita. Otro pintaba caricaturas,
había de todo en Barcelona, caminabas dos cuadras y escuchabas quince idiomas.
Marcelo dice: que nosotros tenemos que buscar algo que nos de
buena guita, que coticemos nuestro trabajo, que el laburo de comprar y vender
antigüedades está lleno de misterios, pero que el principal es el de tener
olfato. Tener olfato, darse cuenta. Dice que es especialista en planchas y
sifones y que hay gente que puede pagar hasta 500 pesos por uno con pico
original. Y que, de hecho, este fin de semana último vendió dos sifones azules
con relieve por 750 mangos.
El Centinela |
Después de unos mate saluda y se va. Nosotros nos quedamos,
Plaza Independencia, tardecita, el sol ya casi. ¿Te diste cuenta que acá en
Tandil no se puede dar la vuelta a las plazas? Dice Vero, pero yo no había
pensado en eso. Las calles, más bien el sentido de las calles, no permite dar
la vuelta a la plaza. Pienso si no se habrán dado cuenta o es a propósito. Si
no se dieron cuenta son unos boludos y se fue a propósito son unos garcas.
Pero no quiero tener malos pensamientos. De hecho, quiero
dejar de pensar en lo que pensé todo el día, eso de que haya ciertas cosas que
estén sobrevaloradas. Como la Piedra Movediza, que se cayó hace como cien años,
que hicieron una réplica, pero que ni a palos te sorprende como puede hacerlo
el Centinela, una piedra inmensa (de verdad) que reposa en equilibrio. Pasa que
lo que sorprende, en definitiva, es lo que te saca de la norma. Una réplica,
hecha por la Universidad con metales, depositada ahí por el hombre (con grúas)
y que la golpeás y suena a papel maché, mmm, no me dice nada. Me quedo, como ya
dije, con el Centinela, y me quedo también con todas las manifestaciones de humanidad
recibida por estos días: la de Mabel, amiga de mi suegra, por prestarnos su
ducha y cebarnos mate mientras el otro se bañaba, la de Juan, hermano de
Mailén, por lo mismo, la de Nacho, vecino de la plaza San Martín, por preguntar
cuando La Bartola no quería saber más nada y por acercarse, días más tarde, a
matear y presentarnos a su familia.
Nuevos amigos tandilenses |
Y Cata se puso celosa..... quien es esa bebe en la casita del tio???
ResponderEliminarA seguir fotografiando amigos dentro de su casa con ruedas!!! Los queremos.
Euge y familia