martes, 16 de diciembre de 2014

Las ferias

-En Uruguay hay ferias por todos lados –nos cuenta Lore, una argentina que vive en Montevideo hace unos años y a quien conocimos en El Bolsón, cuando junto a su compañero surcaban los caminos de nuestro continente.
Que haya ferias por todos lados es una excelente noticia para nosotros que necesitamos de manera urgente hacernos de pesos uruguayos ya que el cambio nos desfavorece y costearse la vida en estos pagos no resulta nada barato.

El sábado por la mañana nos dirigimos a ciudad vieja, el sector turístico de la capital uruguaya copado por artesanos y paseantes, donde además de poner el puesto me animo a cantar algunas canciones con el ukelele y me tiran unos mangos. Es la primera vez que lo intento y me siento muy cómodo, a pesar de que el ukelele es un instrumento nuevo para mí. Pero me hago el payaso, le canto a la gente a los ojos y la complicidad brota de manera instantánea.
Por la tarde asistimos a la feria de Parque Rodó, que más que artesanías expone diseño, lo que nos viene al pelo porque nuestros cuadernos tienen más que ver con lo segundo que con lo primero. Las ventas son exitosas y culminamos una jornada festivos y satisfechos. Al día siguiente, ya domingo y por la mañana, buscamos la calle Tristán Narvaja, donde se monta la feria más grande de Montevideo. Pero la realidad superó ampliamente las descripciones anteriormente formuladas por quienes nos aconsejaban que participemos, porque la gente se cuenta de a miles y los puestos se multiplican por las calles aledañas.
Digamos que esta feria de Tristán es la más popular que me ha tocado conocer porque no sólo que se encuentra de todo sino que para participar no hay que aprobar el examen de ninguna comisión: basta con ponerse.
El sol fulmina a quien se ponga ante sus rayos y resulta imprescindible ubicarse debajo de la sombra de un árbol, cosa no tan sencilla pero rápidamente resuelta, gracias a que nuestro vecino abandona temprano la jornada y nos cede el lugar. En las esquinas humean las chimeneas con comida, en el aire las músicas se confunden con las voces. La atmósfera está cargada de pueblo aunque estemos en una capital y seamos miles. Será por la compraventa rápida, sin tarjetas de crédito ni débito, ni bolsas de negocios o por la sucesión infinita de antigüedades que parecen desafiar los nuevos diseños.
En medio del movimiento, me contento ante algunas pausas que me permiten recorrer algunas de sus calles. Descubro así las frutas y verduras, el sector de libros y el de ferretería. Me siento tentado a comprar una escuadra de madera y borde de bronce pero rápidamente identifico que la unidad de medida es la pulgada. Vero adquiere una lata antigua, usada en el pasado por los escolares para transportar su merienda.
-Estuve buscando cuadernos y me recorrí toda la feria –la mujer de pelo negro desenreda sus manos y afirma la cartera a su costado – Quiero decirles que los de ustedes son lo que más me gustaron.

Los elogios provienen de diversas bocas y las buenas ventas confirman los dichos. Para las tres de la tarde la muchedumbre comienza a disiparse y los feriantes a juntar lentamente sus petates. Una señora se detiene a mirar nuestras postales. Las observa minuciosamente. Son más de cuatrocientas así que su estadía ante nosotros se extiende en minutos. Finalmente dio la vuelta y se fue sin comprar y sin saludar. Tal vez la excepción que confirme la regla.


martes, 9 de diciembre de 2014

Antes de cruzar el charco

Hay una sensación muy linda en la vida que se refiere al encuentro con un amigo mientras se está en el camino. La primera vez me sucedió con el Chori en Guatemala, en Antigua, luego de más de medio año sin vernos. Es una sensación extraña y bella porque uno descubre un rostro conocido en tierras y caras desconocidas. Lo propio se abre paso entre lo ajeno y ese descubrimiento es como arrebatarle un triunfo a la distancia.
De modo que cuando vi a Bruno ingresar en el edificio de la terminal de bondis de Gualeguaychú, una gratitud rayana a la felicidad me invadió. ¡Qué lindo abrazarlo, sentir ese cuerpo macizo que me rodea! Qué fácil pensar que nada malo va a pasar si ese abrazo dura una eternidad, como si esa contención suplantara y representara todos los abrazos que los que te quieren te pueden dar. Nos volvíamos a ver después de ocho meses y eso había sido más que siempre. ¿Hay algo que cambia? Estamos distintos, claro, ¿pero no somos los mismos? Pienso que del mismo modo que en una operación multiplicadora la alteración de los elementos no altera el producto; los cambios en nosotros no alteran nuestra amistad.


Lucho me llamó a las diez de la noche para decirme que habían cortado la correa del alternador, que en el Falcon es la misma que el ventilador, que estaba todo mal, al costado de la ruta y sin luz. Estaba junto con el Chori, a quien yo no veía desde hacía más de dos años, y parecía que el reencuentro largamente deseado debía esperar un poco más. Después de muchas llamadas fallidas debido a la falta de señal que ellos captaban desde la ruta, logramos mandarle la grúa del peaje. Casualmente, el mismo tipo de la grúa era el mecánico que necesitaban.
-Me cargan el auto y nos dejan 15 kilómetros atrás, en Ceibas - me cuenta Lucho y su voz al teléfono es segura, de un tipo que sabe lidiar con los contratiempos, que sabe que es así, por eso no reniega, porque si no renegó cuando tuvo que salir a hacerse de unos mangos con la mensajería cuando tenía dieciséis años, si no renegó cuando los pibes del Delva no ponían huevos, tampoco lo iba a hacer ahora. –Mañana vemos al mecánico temprano y te llamo –sentenció, cortamos el teléfono y con Bruno descorchamos un vinito y le entramos a los ravioles con crema que Vero había preparado.
Antes que cualquier suspicacia tempranera Lucho nos avisó que el mecánico los alcanzaba hasta Gualeguaychú, ya que él tenía que venir a comprar los repuestos, de todos modos. Dos horas más tarde ambos descendían de auto ajeno con la sonrisa precisa. Un abrazo entrelazado nos unió como un equipo de fútbol luego de ganar una final. Fue una lástima que los juegos de fin de semana hayan sido en pareja (tanto el tejo, el fútbol tenis o el truco) porque nos privamos de ese abrazo aunque tampoco hace falta estar todo el día a los besucones.
Uno de los puntos más positivos fue desterrar el mito del chori en el tejo. Su juego desafortunado, impreciso y hasta desgarbado lo colocó en el último lugar de la tabla, cerca de Bruno, también con un desempeño bajísimo y asombroso si consideramos su participación en estancias bonaerenses de bocha, lo que suponía (él, nosotros) que debería andar parecido con las tablitas de madera. Vero disputó su partido aparte con su brazo derecho frágil e inocente, que no hacía lo que le dictaba su cabeza. En lo que a mí respecta, y como para cerrar este párrafo deportivo, debo decir que caí en la final ante un Lucho desconocido: me metió los cinco tejos en la primera jugada.
La visita, que incluyó una excursión sorpresiva de Estefa y que implicó sumar una cuota de energía femenina que apacigüe el aluvión masculino potenciado por largos meses (en algunos casos años) de no vernos, duró lo que duran las buenas historias. Si tres días es poco, cierto también es que “hay tiempo para dar todo lo que haya que dar”, como dicen los amigos del Plan, lo que multiplica el tiempo y el espacio hacia el futuro, acaso una promesa implícita, silenciosa, verdadera, que considera que han pasado los años de amistad y las pruebas van más allá de la calvicie prematura de Bruno o mi barba de incipientes pelos blancos.

El periplo finalizó cuando los dejé a los tres en Ceibas y regresé a Gualeguaychú. Cuánto tiempo pasará hasta que el fenómeno unionista se concrete nuevamente es una incógnita rápidamente convertida a deseo. El último día con Estefa fue una manera agradable de no acusar recibo instantáneo de la soledad y de equilibrar la balanza en favor de la armonía un tanto apremiada por la euforia del deporte desmedido y los brindis sucesivos.
La familia
A estas alturas, Gualeguaychú se había convertido en una parada estratégica para recibir visitas: a 260 kilómetros de la Capital Federal era el lugar más cercano a gran parte de la familia y nuestros amigos. Después de algunos días en pareja llegó Perla y días más tarde Romina, Gerardo, Nala y Uma. Con excepción de algunos momentos de lluvias y cielos plomizos, el sol fue el protagonista indiscutible de estas jornadas de río y playas. La costanera sobre el río Gualeguaychú, que durante los días de semana es de ritmo apacible, los sábados y domingos se transforma en el tontódromo, expresión acuñada en Mendoza y que define a ese paseo absurdo, perezoso y mediocre, que consiste en mirar al otro. En mis pagos le llaman la vuelta al perro.
Uno de los paseos mejor aprovechados fue la visita al Balneario Ñandubayzal, ubicado a más de diez kilómetros de la ciudad y frente a la pastera Botnia en Uruguay. El río Uruguay es una pileta inmensa, carente de vértigo en su declive que permite adentrarse más de doscientos metros sin que el agua supere la cintura. La playa es de arena y tiene dispuestas sombrillas de tronco y paja emulando cualquier postal de cualquier playa paradisíaca. Las niñas se entretuvieron extrayendo almejas y los grandes sufrimos el embate de Perla en el tejo que nos dejó atónitos.
Camino al balneario, sobre mano derecha, se encuentran las termas de la ciudad, poco recomendadas por los locales. De todos modos fuimos a pasar una tarde y, si bien es cierto que no tiene la calidad de otras de la región como las de Chajarí o Federación, resultaron amenas para nuestros propósitos que consistían en salir de la cabaña luego de un día de lloviznas.



Ahora es martes y todos se han ido, menos nosotros, que a esta altura parece que no lo haremos nunca. Lo que sucedió fue que en una de las noches se vino abajo el tanque de agua lindero a la cabaña provocando un abollón en el capot del auto de Romina. Entonces Perla, ni lerda ni perezosa, canjeó el arreglo (que nunca se concretaría) por dos noches más para nosotros en la cabaña. El aire continúa húmedo y el sol aún no ha asomado sus rayos fulminantes. Con Vero ordenamos la casa para el tiempo que resta y notamos la presencia, la energía de los que por aquí pasaron que fluye como un manantial suave y fresco. Eso es lo que vive dentro de nosotros, lo que nos acompañará cuando partamos hacia tierras charrúas.






martes, 25 de noviembre de 2014

Ruta 14

El tipo de la rotisería me dice que tenemos que conocer Santa Ana y, como no tenemos planes, vamos. Santa Ana es un pueblo que se encuentra sobre el margen del río Uruguay, a 25 kilómetros de Chajarí, ciudad donde nos espera Amparo y su familia, pero eso será recién el sábado. Hoy es jueves, hace calor, y el tipo de la rotisería nos prepara unos sándwiches de miga vegetarianos para llevarnos al camping municipal que, fuera de temporada, es gratis. Ya el Cabeza, en Paso de los Libres, nos había hablado de este lugar y de los baños, que eran hermosos y amplios.

Santa Ana, camping municipal

Nuestra estadía en el camping es agradable y silenciosa. Caminamos por la costa, trabajamos al aire libre, vamos hasta el pueblo por los víveres necesarios y después regresamos a las sombras de los árboles frondosos y al ritmo lento.
De Chajarí a Santa Ana nos separan kilómetros de plantaciones de naranjos, así que frenamos para hacernos de nuestro desayuno y nuestra merienda, en operaciones tan rápidas como infantiles. Aunque pienso que estas travesuras pueden valerte un tirón de orejas me divierto y vuelvo a La Bartola con una bolsa llena y con la sonrisa ancha como la nueve de julio.
Plantaciones de naranja

En la casa de Amparo pasamos tres días de película, incluido un mini viaje de una noche a una casa de un tío a orillas de río: todo un lujo. Con su compañía conocimos, entre otros puntos de interés, el basurero municipal que es modelo en cuanto a su diseño en recolección y tratamiento de desechos urbanos. Un hombre corpulento y de palabras precisas nos guía por el establecimiento:
“Estas dos cadenas de montaje hacen el mismo trabajo. Si te fijás, ella saca los plásticos, él los vidrios, y así sólo va quedando lo orgánico que luego se hace compost”, explica y su voz se filtra como pidiendo permiso en un aire denso y ruidoso. Con el compost se fertiliza la tierra que se utiliza en el vivero y esto es lo hermoso, porque entra basura y sale un planta, miles de plantas que vestirán de gala las plazas y otros espacios públicos, conformando un círculo que muta de la muerte a la vida, como de igual modo hizo Pichín con su parque en De La Garma. Gran parte de lo que se recicla se comercializa en Buenos Aires, sobre todo el cartón, plásticos, vidrios, papel. Después hay un espacio destinado al relleno sanitario (pañales, preservativos, papeles húmedos), otro para neumáticos, otro para electrónica y otros para pilas, que se vuelcan en tachos inmensos rellenos con cemento y así se almacenan.
Basurero Municipal de Chajarí

Dejamos Chajarí y partimos para Federación, precisamente a sus termas, ampliamente difundidas en el terreno del turismo vernáculo. La mayoría del público son mayores de sesenta así que el ambiente es lento y silencioso. Entre las piletas el césped verde prolijamente cortado es un lugar perfecto para estirar la lona y disponer las reposeras. Los nucleamientos de personas se congregan allí y el mate pasa de mano en mano en las pausas que se permiten de los baños termales que están previstos para que no superen los veinte minutos aunque eso pocos le dan bola.
Un couch dice que nos espera en Colonia Liebig, pocos kilómetros antes de Colón, pero cuando llegamos al pueblo nos resulta imposible contactarlo. Decidimos parar frente a la iglesia y quedarnos allí una noche. Estábamos cocinando cuando se acercaron dos hombres a ofrecernos mate dulce y torta fritas, otrora trabajadores del ya inexistente frigorífico Liebig, actualmente sobreviviendo de changas. Uno de ellos, el de los bigotes morochos que cuelgan a cada lado de las comisuras, nariz ganchuda y andar encorvado, vivía en La soltería, un viejo edificio que había estado destinado a los jóvenes trabajadores del frigorífico. El otro, apodado “el peti”, trabajaba en el club de pescadores y nos invitó a pasar la tarde allí pero nosotros ya partíamos. No obstante, se decidió a comprarnos dos cuadernitos para sus compañeras de trabajo y a regalarnos una docena de huevos porque a él se los regalaban y estaba jodido del colesterol.




De ahí a Colón y de Colón a Gualeguaychú, todo bajo un aguacero formidable, acaso una muestra cabal sobre el origen de estos ríos que se bifurcan y se vuelven a encontrar, que aparecen en todas las fotos y que se defienden a morir, si no basta recordar la lucha interminable en el conflicto con Botnia.

sábado, 15 de noviembre de 2014

"Aprendí portugués viendo dibujitos"

Mariano vive en Paso de los Libres, provincia de Corrientes y tiene 27 años. Además de ser experto en origami es profesor de inglés en Fisk, un instituto de enseñanza de esa lengua. Son las nueve de la noche y estamos en la costanera del bravo río Uruguay que, cuando la cosa se pone fea (y eso sucede a menudo) puede subir su nivel hasta quince metros, lo que implica la evacuación de cientos de familias. Pero no sólo la lluvia es la responsable de que todo lo que hoy pisamos se llene de agua sino la represa Yaciretá, que abre sus compuertas cuando no puede retener más y que pase lo que tenga que pasar.
Del otro lado se visualizan las lucecitas y las torres de Uruguiania que se muestran como la espalda de un Brasil inmenso e indiferente que mira hacia el atlántico. El puente que une las orillas es largo y tiene un ritmo lento pero constante, sobre todo de camiones de transporte.
Le pregunto a Mariano si, teniendo en cuenta la cercanía con Brasil, existe una estrecha relación.
-Antes, con el uno a uno nosotros íbamos a comprar allá porque era baratísimo. Ahora vienen ellos, sobre todo a comprar vino, dulce de leche, porque el de ellos es horrible y carne de vaca. Pero tampoco tanto. Algunos también vienen a bailar.
Después me cuenta que los brasileros son poco influenciables y que es más lo que ellos reciben de allá que viceversa.
-Yo aprendí a hablar portugués viendo la tele por los dibujitos animados que pasaban por O globo a la mañana. Nosotros no teníamos cable así que sólo veíamos los canales de aire. Y cuando yo era chico ATC sólo pasaba películas viejísimas. No sólo yo, toda mi generación habla portugués por los dibujitos que veíamos de niños. Ya mi hermana, que es diez años más chica, no sabe nada de portugués porque para ese entonces teníamos cable y creció viendo Cartoon Networks y Magic Kids.
Más tarde, el Cabeza, como se hace llamar el padre de Mariano, me cuenta que le entretiene mucho más ver el Chavo del Ocho en portugués que en español. Es decir que la influencia existe a pesar de lo que uno se proponga.
Aunque sólo estamos dos días en Libres (así le llaman los locales) me impresiona la mutación agresiva del clima que va del cielo limpio a la lluvia, luego al viento, todo con un calor agobiante que te hace sudar la gota gorda aunque estés quieto debajo de un árbol. También me llama la atención la vestimenta de las mujeres, de clásico jean y remeras ajustadas, incomprensible para estas temperaturas.
Cabeza nos invita a comer carpincho, un roedor que puede pesar hasta 70 kilos y que suele andar por las arroceras. Agradecemos su generosidad pero aducimos que no comemos carne.
-¿Y cerveza? –amaga servir un vaso con la botella a 45 grados.
Cuando le acepto y estiro mi brazo, Cabeza exclama:
-¡Esto me tenías que decir que no! - y la risa estalla y la imagen será una postal de nuestro paso por Corrientes, me refiero la de aplacar el calor sofocante con cervezas heladas.

lunes, 10 de noviembre de 2014

Punto de confluencia

Las nubes perpetuas sobre el suelo de Posadas. ¿Es eso un cielo? Llueve casi todo el tiempo, casi todos los días, aunque cuando el sol sale parece que está desde hace tiempo. Lo efímero se camufla de eterno en estas tierras rojas, irregulares. Las casas ¿viejas? ¿feas? conviven con las casas ¿modernas? ¿lindas? Todo se mezcla en Posadas si hablamos de arquitectura. ¿Existen las clases sociales? Algunas calles están tan inclinadas que da la impresión que todo se viene abajo. Y, por momentos, todo se viene abajo. 


El calor sí es una fija: por eso se espera la tarde, la tardecita, en las veredas, en reposera, con el tereré entre las piernas que es bien distinto al invento que se importa por otros lados. La yerba no es la típica de mate sino una especial, llamada canchada, que es más gruesa, digamos menos molida. Eso hace que no se lave. Y los termos son los grandes, los de tres litros, de boca ancha, para que entre el hielo.
Posadas se encuentra sobre una de las orillas del río Paraná, en una costanera larga y moderna. Del otro lado, cruzando el puente, Encarnación (Paraguay). La frontera natural no separa nada sino al contrario: las dos ciudades se unen por el río calmo.
Los espacios públicos se colman de familias y los carritos con comidas típicas como el caburé le disputan el mercado gastronómico a los infaltables superpanchos. Las mujeres saludan con dos besos, algunas esculturas inmensas de seres mitológicos guaraníes se erigen por diversos sitios de la ciudad, la lluvia desaparece y el sol arde todo lo que puede arder un sol a las tres de la tarde en el litoral.
Caburé: super chipa hecho a las brazas

Posadas te regala sus colores naturales acaso como si no pudiese ser de otra manera, como si así desnudara su identidad. El verde de la selva aparece en los jardines de las casas, la tierra roja se queda en los asfaltos calientes, en las entradas de las casas, en las suelas de los zapatos, el celeste del río inmenso te llena los ojos ante cada oportunidad.
En las verdulerías se consiguen sandías grandes y baratas, la cerveza es servida en termos de tergopol que la protegen del calor eterno, las veredas son escenario de todo lo que pasa. A pesar del aire acondicionado o los ventiladores, la calle continúa siendo el espacio predilecto para estar. Porque cuando el calor no cesa y el viento no corre, a veces uno sólo se propone estar. Y en ese caso, lo mismo da una galería, la sombra de un árbol o la costanera infinita.

Costanera de Posadas

sábado, 1 de noviembre de 2014

Entre algodones

Cuando tenía catorce años, como muchos jóvenes de Argentina, quería ser futbolista. Pero a diferencia de la mayoría, donde el sueño queda en la nada, comencé a recorrer equipos buscando un lugar y ese lugar lo encontré en Atlético de Rafaela, ciudad donde además vivían mis tíos y primos. Mi experiencia duró lo suficiente para darme cuenta que una cosa es jugar al fútbol con tus amigos y otra hacerlo profesionalmente. Pero más allá de lo estrictamente futbolístico, lo más interesante (como sucede a menudo) fue lo que sucedió en la periferia: dejar mi familia, vivir con otra, cambiarme de escuela, extrañar todo. Cuando a los dos meses estaba nuevamente en Necochea comprendí que lo que había sucedido me había marcado para el resto de mi vida.
Una sola vez volví (hace siete años, para el cumpleaños de quince de mi prima Florencia) pero fue tan breve la estadía que ni cuenta me di. Ahora, en el marco de este viaje y casi sin proponérmelo volví a pisar el mismo suelo con la misma destreza de explorador de aquella vez, pero habían pasado casi catorce años, es decir, la mitad de mi vida.

Estaba en San Marcos Sierras cuando mi mamá me mencionó la posibilidad de pasar por Rafaela.
-Me dijo Irene que estás a 400 kilómetros, tenés que pasar, te están esperando todos –la voz inconfundible utilizando todos los recursos lingüísticos para convencerme-. Además juega River… –soltó y esperó mi respuesta que fue un silencio breve pero contundente.
Corté con ella con la certeza de que volvería a Rafaela. Los motivos eran múltiples. Vale aclarar que La Bartola rodaría por esos adoquines céntricos pero no ahora, sino dentro de algunos meses. Tenía la caladora que Horacio me había prestado para construir nuestra casita con ruedas y quería devolverla. Tenía encuentros pendientes que no podían ser demorados, como esos círculos que esperan ansiosamente ser completados porque ya no soportan que sus puntas no se toquen.
Rodamos unas cuantas horas hasta que Susana (un pequeñísimo pueblo a quince kilómetros de Rafaela donde viven mis tíos Irene y Walter, mis primos Joaquín y Florencia y mis abuelo pepe y pepa) nos mostró su arteria que penetra sobre la ruta 34. Cruzar a mi abuelo antes de llegar podría haber sido una sorpresa y lo fue, aunque es sabido que disfruta de salir al encuentro de quien se avecina.

Un día antes le había escrito a Joaquín por Facebook para que me consiga una entrada para el partido. Y me la consiguió, para la popular de “la crema”, ya que las de público neutral (un eufemismo para no reconocer la venta a los visitantes que está prohibida) costaban mil pesos.
El domingo hacía tanto calor como cualquier otro día. Las calles aledañas al estadio se colmaban de autos, policías y banderas. Joaquín, Tomás y yo partimos hacia la cancha donde jugué mil veces en mis sueños adolescentes. El público había colmado cada uno de sus rincones así que nos acomodamos como pudimos. El partido, vertiginoso, de ida y vuelta, con buen pie, osciló entre la impotencia de no poder lamentarme por el primer gol en contra y la impotencia por no gritar los propios. La alegría de mantener el invicto no podía manifestarse por ningún lado sino hacia adentro. Los mensajes en el celular de Bruno y Lucho algo dirían pero extraerlo de mi riñonera podría ser un suicidio.
Al otro día Horacio puso a disposición su tiempo, su gente y su taller para arreglar imperfecciones de La Bartola y el resultado fue sorprendente: nuevos estantes, más luz, más espacios. Pero la atención fue generalizada y cada uno de la familia contribuyó para que la estadía, además de placentera,
resulte una parada técnica, acaso como si hubiéramos ingresado a boxes. Cuando digo cada uno de la familia, me refiero exactamente a cada uno: pepa nos cedió varios lavarropas, pepe sus libros y la aspiradora, Joaquín la entrada, Irene, Walter y Flor compraron cuadernos y nos invitaron a almorzar, Fabiana nos regaló el ventilador y nos cedió su casa (además de otras tantas atenciones), Tomás nos llenó el tanque de combustible, Mateo nos regaló retazos de cuero para la producción de cuadernos, Horacio lo ya dicho. Cada uno fue parte de este viaje en materia y espíritu, acaso como si la familia sintiera la hermosa obligación de que las ruedas sigan girando, y el corazón palpitando, y el alma viajando.


viernes, 24 de octubre de 2014

Cuarta estación para un viaje infinito

Las manos golpean el agua constante y rítmicamente. Los cuerpos con el río hasta la cintura invocan al espíritu del agua para que llueva. Los cánticos se elevan y el espíritu le recuerda a la materia que también es espíritu. Son las once de la mañana del sábado y recién termina la ceremonia sagrada de iniciación del 4° Encuentro Argentino de Permacultura que no comenzó hoy mismo sino mucho antes. Porque todo, acá, comenzó mucho antes.

El sol cae vertical y poderoso sobre las cabezas de quienes recorren los laberintos de los espacios destinados a contener el Encuentro, pertenecientes a la comunidad Nueva Castalia y el camping municipal de San Marcos Sierras. Los visitantes descubren los rincones que albergan las charlas y los talleres que se proponen desmenuzar la permacultura social, tema central para este cuarto cónclave.
"Una de las políticas que se propone el encuentro es generar un pulso interesante en cada lugar donde se haga para ayudar a que el proyecto local donde se desarrolle el encuentro se beneficie, desde construcciones, armado de huertas, manejo de aguas, un montón de cosas. Y al mismo tiempo, abrir el espacio para que la comunidad local se beneficie toda", explica Tierra Martínez, los ojos celestes que se abren como un cielo inmenso, como si acaso intentara reflejar el horizonte infinito al que aspira la permacultura, una ciencia que nació hace más de cuatro décadas en Australia, ante la preocupación por la debacle ecológica producida conjuntamente por los dos paradigmas político económicos que en ese entonces gobernaban el mundo:  el capitalismo y el comunismo.
Actualmente, en un mundo globalizado y de desarrollo capitalista, la permacultura se propone diseñar y ejecutar modos de vida sustentables, respetuosos de la naturaleza y en armonía con los demás seres vivos, sean animales, plantas o personas. Pero la permacultura tampoco pretende definirse con categorías estancas porque precisamente aboga por la integración y el cambio, siendo sensible a las vibraciones de la naturaleza y los avances evolutivos que el sujeto produce para su bienestar, término entendido en su acepción más amplia: bienestar material, espiritual, emocional, cultural, forjando un individuo capaz de encontrarse con su esencia, de modo de contribuir plenamente en el progreso colectivo.



Tierra (¿había acaso un nombre, un apodo más apropiado?) es el referente del Instituto itinerante NA´LU´UM que está a cargo de la organización del Encuentro que, en esta cuarta edición, se propone trabajar sobre lo social, como las relaciones entre personas, los sistemas de gobernanza, la sociocracia, los sistema de concejo, los círculos de restauración (alternativa a la Justicia ordinaria), fórums para expresar sentimientos.
"Lo que nosotros vimos en este tiempo de trabajo es que todo lo que tiene que ver con sistemas o herramientas o técnicas para la producción de abundancia, o sea, bosques de alimentos, manejo de agua, construcciones altamente eficientes, tecnologías apropiadas y alternativas, restauración de suelo, todo eso funciona en cualquier lugar del mundo. Lo que hay que trabajar más es la parte social. Entonces por ejemplo la visión que tenemos nosotros desde el Instituto es la creación de un movimiento social para Latinoamérica a partir de la permacultura que contribuya a los pueblos a ir más allá de la sustentabilidad y que articule con todos los actores que así lo sientan", explica Tierra y las palabras fluyen de su boca custodiadas por un pensamiento agudo que refleja el espíritu que lo gobierna: ser protagonista de su tiempo.

-¿En qué aspecto de la permacultura creés que se debe poner más enfasis?
-Lo que hay que apuntar es a los niños. Parte del trabajo que se está haciendo es el intercambio de conocimiento, establecimiento de una red, de un mapeo general para ver quiénes somos lo que estamos en esto, para el próximo año llevarlo a Colombia al Encuentro Latioamericano y después al Reino Unido donde se hará el Encuentro Internacional y pedir que Argentina sea sede del Encuentro Internacional de Permacultura 2019. Y el lema sería los niños y la nueva educación. Es decir, una nueva educación basada en la permacultura, porque sería la oportunidad de ir un paso más allá para no sólo trabajar con esta generación sino visualizar un trabajo en multiniveles de tiempo para las futuras generaciones.

-¿Qué cuestiones específicas tiene este cuarto Encuentro en relación a los niños?
-Cosas que vimos el año pasado, que fue importante visualizar la oportunidad de que le preparamos un espacio especial y a la conclusión que llegamos fue que los niños no querían ese espacio para niños, querían el espacio donde todos estábamos. Entonces el proceso de aprendizaje del niño es estar donde realmente él tiene ganas de estar. Y en relación a eso tenemos una propuesta de cómo nosotros desde la permacultura diseñaríamos espacios educativos que están basados en conceptos como la educación viva donde el niño tiene un montón de espacios y opta por el que quiere en el momento y hay un maestro que está detrás del salón solamente para cuidar que el cuerpo físico del niño no se lastime. Una educación hacia la libertad. Eso requiere hacer un diseño que se nutra de diversas corrientes de educación alternativa. Lo otro es la generación de una comunidad educativa donde todos, niños, maestros, padres están integrados en un proceso de aprendizaje. Nadie está enseñando, todos están aprendiendo.

-¿Qué balance haces sobre el estado de la permacultura en Argentina?
-Hoy terminamos un curso, el número veinte del año. Hace 10 diez años dábamos un solo curso con una institución sombrilla que ponía un recurso interesante para financiar a que toda la gente vaya gratis. Hoy la gente invierte un recurso en esto porque está interesada y ya no es mover una piedra gigantesca, sino una bola, grande, pesada, pero ya es una bola. Hay oportunidades para todos porque la gente empieza a ver que otra manera de vida es posible y que puede dedicar su vida a esto. Y eso significa que todos los nichos, digamos de mercado, están disponibles, están vacantes. Hay nichos para producir semillas, para producir hortalizas, tecnología, construcciones. Todo está disponible. Esto lo que rescata es las habilidades y el gusto de cada una de las personas para que se potencie y en ese marco nos potenciamos todos.

-¿Cómo se trabaja la tensión entre la civilización tal como la conocemos y la propuesta de la permacultura de las ecovillas o ecoaldeas?
-El suelo hay que restaurarlo, nuestro alimento lo tenemos que producir. Este es un proyecto individual, familiar, comunitario y generacional. Son varias las generaciones que vamos a tener que ir trabajando para realmente hacer visible este cambio para que lo viejo se desintegre en lo nuevo. Pero todo eso hay que crearlo.
Es que la permacultura vino para quedarse y tiene la ventaja (aunque eso no excluye los desafíos que de hecho se intentará descifrar en estos días de trabajo) de no enroscarse con la coyuntura política porque, principalmente, maneja otros tiempos, digamos los del Universo. Porque pretende la transformación social de lo micro a lo macro, de lo simple a lo complejo, de afuera hacia adentro, siempre con la certeza de que no es posible una verdadera transformación del mundo si antes los actores que ejecutarán ese cambio no se encuentran así mismos.
En este sentido, Marcos Ninguém, chamán y permacultor brasilero y a cargo de la conferencia sobre ecopaisajismo, sostiene que "nosotros tenemos la comprensión de que la permacultura es una ciencia interdisciplinaria que reúne a muchas disciplinas, muchos conocimientos: arquitectura, ingeniería, paisajismo, biología, en fin, muchos centros de conocimiento para el planeamiento de un ambiente humano sustentable. Puede ser micro o macro ambiente, así como una casa o un barrio o una ecoaldea. Nosotros ahorita estamos ante este reto de ampliar la escala de actuación de la permacultura. Es una ciencia de planeamiento, pero también una ciencia que genera una cultura nueva, original. Pero también es un recuerdo, y eso es muy bonito, porque de alguna manera estamos haciendo honor a nuestro pasado y al mismo tiempo haciendo una posta, un rezo para las futuras generaciones. Nosotros tenemos una visión espiritual de la permacultura, y también social, cultural, así también tenemos esta visión científica así que seguimos los pétalos de la flor de la permacultura. Creemos que es la única opción que tenemos hoy y lo vivimos así con mucha tranquilidad. Marx decía “socialismo o barbarie”, nosotros decimos “permacultura o barbarie”. La humanidad camina hacia una gran hecatombe, hacia un caos global y la permacultura surge como una gran esperanza para la gente; una posibilidad que tienen las personas para cambiar en poco tiempo con pocos recursos, con mucho corazón, mucha buena intención y eso es fundamental porque para que algo cambie tiene que ser sustentable pero también tiene que ser divertido. Y ahí hay espacio para todo: porque es una metodología que genera espacios".


Las charlas de Marcos comienzan con una práctica ancestral llamada rapé, proveniente de Brasil, que consiste en aspirar una mezcla de tabaco. El objetivo es alinear el chakra superior y la energía grupal aunque la ingesta es voluntaria. De este modo se adentra en las nociones sobre chamanismo y permacultura, para que la segunda integre a la primera, y para poner en práctica el postulado que sostiene la importancia del bienestar de quiénes llevarán adelante ese cambio.

-¿Cómo llegaste a la permacultura?
-Estaba buscando una coherencia, porque a mí me pasaba que yo estaba estudiando chamanismo y me pregunté sabes qué, tengo que ser un chamán de verdad, y ahí me encontré con las raíces de mi papá y mis abuelos. Mis abuelos eran agricultores orgánicos. Uno va buscando la ciudad como una promesa, algo nuevo y todo es ficticio. Y uno empieza a sentir el vacío que es el problema de la humanidad, que nadie sabe cómo sanar eso, como llenar. Entonces con el chamanismo comencé a volver a mi historia y a hacer honor a todo eso que viví. Empecé a conectarme con mis abuelos, con mis abuelas, a conocer las plantas y eso me llevó a la permacultura, que fue la respuesta a lo que yo estaba buscando. Como estudiante de izquierda yo le decía a la gente que había que hacer un mundo comunista, socialista, anarquista o lo que fuere y la gente me decía pero cómo vas a hacer eso, cómo dibujamos el nuevo mundo, se sale de esa cosa vieja pero qué viene de nuevo que no sea la Comuna de París, que no sea Cuba, experiencias que habíamos vivido con la izquierda. Yo no tenía qué decir, cómo contestar. Cuando conocí la permacultura yo era jovencito, estaba saliendo de la universidad, y me di cuenta que la discusión ya no era izquierda o derecha porque eso era parte del viejo paradigma; y el nuevo paradigma es el parto respetado, la salud espiritual, el yoga, el chamanismo, construir de forma ecológica, la economía social. Y ahora en mis charlas en la universidad los desafío a que me propongan problemas que la permacultura no pueda resolver. Y hasta hoy nadie me hizo una pregunta que no pueda responder. Y para mí esto fue el gran logro de la permacultura: tener respuestas prácticas, simples, sencillas, obvias. La permacultura es la ciencia de lo obvio. Qué bueno que salimos de esta mente compleja de los griegos que siempre quieren saber por qué. Qué bueno que encontramos sentido en la simplicidad y en la obviedad.

El Encuentro
Tierra, sin caer en el catastrofismo, advierte que "nos estamos preparando para los escenarios futuros de descenso energético, cambio climático, destrucción de la diversidad natural". En este sentido, agrega que "nunca jamás existió en la humanidad una oportunidad tan grande de cambio", oportunidad que este Encuentro se propone aprovechar en distintas etapas.
Si de ser precisos se trata, el 4° Encuentro Argentino de Permacultura comenzó el primero de septiembre y se extendió hasta el 26 de octubre. En ese tiempo se desarrollaron charlas, seminarios, conferencias y talleres que abordaron la temática de la permacultura social y, en lo que concierne al conjunto de las actividades, se destacan:
-Entrenamiento Avanzado en Permacultura "Diseñando Tu Comunidad", de lo Simple a la Profundidad (1 al 30 de septiembre): trabajó en prácticas de campo como cocinas, estufas y hornos, establecimiento de calles, construcción natural, baños secos, regaderas, biofiltros, sistemas de producción, acuacultura y, sobre todo, en herramientas de vida comunitaria. Un mes intenso donde el único requisito era contar con un Certificado de Diseño de Permacultura.
-Curso Internacional de Certificación en Diseño de Permacultura Orientado a la Permacultura Social y sus Herramientas (1 al 15 de octubre): un curso único en su tipo en el país, con instructores nacionales e internacionales que posibilitaron este viaje hacia el mundo de la permacultura, donde todos los contenidos establecidos por Bill Mollison, mas los nuevos conceptos y líneas de David Holmgrem serán desarrollados junto a las nociones mas avanzadas en la materia. No se necesitaban requisitos previos.
-Conferencias de permacultura (17 al 19 de octubre): fue la parte más visitada por el público en general ya que contó con espacios para conferencias, talleres, actividades para niños y niñas, feria de comidas, de artesanos, actividades de procesos grupales.
-PermaMusic (17 al 19 de octubre): fue el espacio para que los grupos que vienen trabajando versiones musicales relacionadas a la permacultura se expresen. Entre los artistas destacados se presentaron Paloma del Cerro, Adrián Berra y Julieta Díaz.
-Visitas a proyectos locales (20 y 21 de octubre): fue la posibilidad de conocer proyectos que están relacionados con la permacultura, de modo de visualizar y aprender cómo vienen trabajando las comunidades aledañas.
-Convergencia (22 al 26 de Octubre): fue considerada la reunión más importante del Encuentro ya que participaron representantes de proyectos permaculturales y delegados bioregionales, que juntos compartieron sus experiencias, avances, logros y tejieron juntos la visión del Movimiento Argentino de Permacultura, posibilitando la creación de conocimiento e inteligencia colectiva, para empezar a establecer el Diseño de Permacultura para un país.
En conjunto, las actividades intentan desarrollar la visión social de la permacultura, que además de dar respuestas a cuestiones aplicadas busca profundizar los sistemas de decisión, forjar una justicia permacultural, diseñar estrategias para la resolución de conflictos como los círculos de palabras o el arbitraje, pensar qué estructuras o soportes se crearán para sostener en el tiempo las transformaciones sociales que están forjando la nueva humanidad.



La semilla sembrada comienza a germinar
"Dentro del Encuentro hubo un programa de permoaprendices modular, que trabajó en módulos de quince o veinte días, donde no es un voluntario sino es una persona que viene al servicio, pero al mismo está en un proceso de aprendizaje de permacultura. De aprendizaje de vida comunitaria, desde construcción, carpintería, manejo de agua, manejo de herramientas, siembra. Y al mismo tiempo generamos dos cursos, que se llaman Diseñando tu comunidad, que fue de veintiocho días; y ayer terminamos el Curso Internacional de Diseño en Permacultura con la participación de trece instructores y más de setenta participantes que fue una verdadera nave que nos elevó a todos", detalla Tierra y sus brazos dibujan un globo en el aire y su entusiasmo contagia hasta a un muerto.
Uno de los objetivos principales que se propuso el Encuentro fue formar sujetos de cambio para dar vuelta la página del consumismo y la desconexión producida por las generaciones que persiguieron (genuinamente o no es materia de discusión) el progreso como vehículo para la felicidad humana. El cambio de paradigma requiere una nueva cosmovisión, que en realidad de nuevo tiene que se provoca en este tiempo pero, como sostiene Mario Gómez, uno de los aprendices del curso, "permacultura sería el aprender a recordar todo lo necesario para tener que dejar de llamar permacultura a lo que estamos haciendo. Entender que es retomar el contacto con la vida que es la esencia, como lo hacían nuestros ancestros. Y es un trabajo muy fuerte, por eso hablamos mucho de aprendizaje pero en realidad se trata de recordar lo que traemos como herencia".
Del mismo modo, Agustín Cordero, otro de los aprendices, sostiene que "la permacultura va más allá de la sustentabilidad, es como un cambio de paradigma y a la vez un cambio de conciencia que nos hace conectarnos con la tierra pero al mismo tiempo conectarnos entre nosotros. Y lo que más estamos trabajando acá es la permacultura social, que es aprender a vivir en comunidad para sostenerlo en el tiempo".
Bety Ramirez, también del Insituto NA´LU´UM, intentó deconstruir las nociones de desconexión generacional que implica todo ese conocimiento perdido en el tiempo, debido a los paradigmas de ascenso social que significaron las migraciones masivas del campo a la ciudad, la incorporación de la mujer en el mercado de trabajo capitalista y el "abandono" de los hijos en estructuras caducas como la escuela. El resultado es una sociedad que ignora los principios básicos de supervivencia, cómo producir alimento, cómo elaborar sus medicinas, porque sólo se ocupa de generar dinero para obtener lo que necesita.

El círculo que se cierra
El sol que se acomoda al otro lado del río Quilpo y que se acuesta lentamente nos recuerda que la noche se avecina. Con ese último sol también finalizan los días de charlas y conferencias que congregaron a los activistas que ahora organizan su regreso (no todos, algunas actividades continúan porque nada tiene principio ni final en la permacultura). Sentado sobre el verde césped Julio deja caer su mechón de pelo negro sobre el pecho y clava su mirada en la profundidad del paisaje. Sus palabras brotan de su boca regalando frescura en el ambiente cálido y seco de las sierras: "mi nombre es Julio, vengo representando al pueblo maya de México, y desde el espacio sagrado de mi corazón le extiendo mis infinitos agradecimientos por permitirme ser portador de la palabra del conocimiento de los abuelos mayas, lo cual me ha permitido con el uso del corazón y la palabra correcta llegar al día de hoy al cuarto encuentro de permacultura aquí en San Marcos Sierras, a orillas del Río Quilpo, donde muy contento me encuentro de observar todo lo que me rodea ya que me veo reflejado en mis hermanos, en hombres y mujeres que están haciendo el mismo camino. Y que así como el maíz de nosotros tiene todos los colores de las naciones aquí me veo reflejado en cada uno de ellos, aún con distinto tono de piel y color de ojos. Tenemos el mismo espíritu y este espíritu que posa en nosotros ahora venimos a serlo sólido y tangible para que las próximas generaciones comiencen a hablar de lo bien que el hombre quiso aprender a vivir en esta época. Por eso extiendo una invitación a que si todos estamos con conciencia y todos tenemos consiente el amor que nos permite vivir en armonía con todo lo que nos rodea mantengamos esa inocencia y esa pureza de los niños. Permitamos que en estos tiempos la mujer sea libre y respetada, que los niños sean libres y sean respetados, que los ancianos sean escuchados, que el toque del tambor vuelva a sonar, que se respete a nuestra santísima madre naturaleza, nuestra madre tierra que todo nos lo da, que la hermana humanidad aprenda a vivir en armonía con todo lo que le rodea. Y si esto es un hecho que viene desde las palabras, quiero que sepan que quien lea estas líneas, mucho bien puede hacer un ser mortal sobre la tierra, que no es necesario tener una especialidad o estudiar algo para ser alguien porque ya eres alguien. Y eres alguien muy importante para todos nosotros y para esta hermosa tierra, para el gran espíritu también eres alguien ya. Así que en lugar de seguir estudiando y aprendiendo que es básico para trascender en esta vida, es momento que cada quien aporte lo que sabe desde el corazón, es momento que cada quien se reconozca como hombre y como mujer consiente sobre la tierra para que pueda dar lo mejor de sí. Que se motiven con pensar que esto apenas empieza. Que nosotros somos, sino la libertad, al menos la estamos provocando, y que si esto continúa así el día de mañana, la próxima generación y los niños se van a acordar de todo lo que estos hombres y mujeres han empezado a hacer por el bienestar de ellos. Yo agradezco por toda la gente que funcionó antes de que yo estuviera aquí, y ahora me doy permiso a mí mismo de funcionar para que el día de mañana esto sea recordado".

Detrás suyo el fuego sagrado que iluminó el Encuentro disminuye su llama pero no se extingue porque siempre hay alguien que le acerca una pequeña maderita, para que siga calentando, para que siga echando luz, acaso una metáfora de este cambio silencioso y múltiple, que no se encierra en categorías ni dogmas y que se propone, como sostiene su padre cocreador David Holmgren (el otro es Bill Mollison), "la durabilidad de los sistemas vivientes naturales y la cultura humana".